El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 21 de abril de 2010

The Ladykillers



Con The Ladykillers (Joel Coen y Ethan Coen, 2004) los hermanos Coen se embarcan en un remake de El quinteto de la muerte (Alexander McKendrick, 1955), comedia de cine negro británica donde trabajaban entre otros Alec Guinness y Peter Sellers. Partiendo de la base argumental de este film, los Coen traslandan la acción al Mississippi, haciendo las lógicas adaptaciones de lugar y época. Pero los cambios no se limitan a eso. Personajes, situaciones, caracterizaciones, los Coen van a ir dejando su huella personal a cada aspecto de la película y el resultado es que, por una vez, la secuela supera al original.

Uno de los aspectos que impactan, en primer lugar, es la hermosísima fotografía, presente desde los títulos de crédito y que parece dibujar cuadros llenos de color y luz en la pantalla. También es digna de mencionar la banda sonora que recurre al gospel y el hip hop con un resultado brillante y sorprendente.

Sin embargo, el principal acierto del film reside en la caracterización de los personajes protagonistas, pues sobre ellos recae todo el peso de la historia y lograr que el film funcione. Tom Hanks, un actor que siempre me ha gustado por su naturalidad, hace aquí el papel de un pedante y esquisito profesor, maestro de la retórica y admirador de Edgar Allan Poe, experto en expresiones rebuscadas y frases rimbombantes. Es un personaje fascinante y ridículo, gracioso y magnífico por el siento apego desde el comienzo. El resto de compañeros de fechorías ofrece un variado y curioso repertorio, donde quizá el menos logrado de los personajes sea el bruto y retrasado interpretado por Ryan Hurst y no porque su interpretación no sea correcta, sino porque su personaje es el menos creíble de todos. A su lado un soberbio J. K. Simmons da vida a una especie de manitas aquejado con colon irritable y para quién "nada más sencillo" es una frase carente de verdadero significado. Tzi Ma encarna a un general, especialista en túneles y fumador empedernido, con un hieratismo y parquedad de palabras genial. Marlon Wayans es un negro pasota, contestatario y con una facilidad pasmosa para sacar de quicio al señor Pancake (J. K. Simmons). Irma P. Hall, en su papel de "inocente y desvalida" casera, está sencillamente colosal. Y el resto de actores secundarios, como los empleados del casino flotante, logran también sorprendernos gratamente, aportando todos algo divertido y genuino a esta divertida comedia.

La historia, desde el comienzo, pinta mal. La sospecha de que la banda de ladrones no es más que una reunión de perdedores pronto se va confirmando. Sólo queda por adivinar cuál será el desenlace de toda esta disparatada historia. Y el desenlace, al menos para mí, resulta ser bastante doloroso. Me duele ver el fracaso, las disputas y, finalmente, el triste fin de esos pobres delincuentes por los que uno termina por encariñarse. El único consuelo que nos queda es pensar que se han reunido todos en el delta del Mississippi. Hasta el pequeño Quiñones parece comprenderlo y le devuelve al señor Pancake lo que es suyo.

A pesar de ello, se trata de un film tremendamente divertido, con un tratamiento muy cariñoso de los personajes, que acaban convirtiéndose en seres entrañables y rebosante de momentos geniales, como el perro con la máscara de gas, la explosión del C-4, narrada de manera clásica pero siempre muy efectiva, la incontinencia verbal del personaje de Tom Hanks, etc. Regreso de los hermanos Coen a la senda del humor negro, terreno donde se mueven a las mil maravillas, como ya vimos en Fargo y El Gran Lebowski y que consigue hacernos olvidar el tropiezo de Crueldad intolerable.

Sin duda una comedia fresca e inteligente, con un argumento trabajado y unos muy buenos personajes, para dar un poco de dignidad a un género donde la calidad últimamente es un bien muy escaso
.

No hay comentarios:

Publicar un comentario