Dirección: Wong Kar-wai.
Guión: Wong Kar-wai.
Música: Michael Galasso y Shigeru Umebayashi.
Fotografía: Christopher Doyle y Mark Lee Ping-Bing.
Reparto: Tony Leung Chiu Wai, Maggie Cheung, Rebecca Pan, Ping Lam Siu, Tung Cho Cheung, Kelly Lai Chei, Man-Lei Chan.
Chow (Tony Leung Chiu Wai), periodista de un diario de Hong Kong, alquila una habitación para él y su esposa en un inmueble y el azar quiere que en el piso de al lado se instalen también Li-zhen (Maggie Cheung) y su esposo. Chow y Li-zhen, casi siempre solos por las continuas ausencias de sus parejas, van conociéndose un poco más día a día hasta que terminan por descubrir, casi al mismo tiempo, que sus respectivos cónyuges son amantes.
El tema de la infidelidad es abordado en esta película de manera muy original, a través de los ojos de los esposos engañados que buscarán el uno en el otro el consuelo a su dolor y a su soledad. En ningún momento llegamos a ver a los cónyuges infieles y lo que sabemos de ellos y de su relación es muy escaso ya que de lo que se trata es de ver cómo asimilan, cómo intentan aceptar y sobrellevar sus parejas el abandono emocional que supone sentirse engañado.Wong Kar-wai, el director, hace especial incapié en mostrar, en la primera parte del film, la soledad de Chow y Li-zhen. Como ambos, aparentemente normales al instalarse en el inmueble, van siendo cercados por la soledad, lenta pero inexorablemente. Y no es que se aislen del mundo, es una soledad que crece desde su interior ante el abandono, ante la sensación de haber sido dejados de lado con el tremendo castigo que ello supone para la autoestima personal.
Esa soledad, esa sensación de desvalimiento, será lo que empuje a Chow y a Li-zhen a conocerse más, la que los haga que se reconozcan como una especie de compañeros de enfermedad y la que despierte en ellos un sentimiento que, sin embargo, se niegan a alimentar. Porque fue una infidelidad lo que los ha reunido y, por encima de todo, no quieren ser como sus parejas, ellos se sienten más nobles, más puros.Así, en principio, se engañan diciéndose que están juntos sólo para compartir soledades y frustraciones, pero poco a poco el amor va a hacer acto de presencia. Y así sus encuentros se van convirtiendo en una lucha desesperada por no enamorarse.
Y nosotros nos convertimos en cómplices de sus encuentros, deseando que no renuncien a una felicidad que está al alcance de su mano.Sin embargo, no todo es perfecto en esta película. No sé si se debe a la diferencia cultural o una decisión personal del director-guionista, pero su retrato de los personajes resulta especialmente frío. En especial la hermosa Maggie Cheung me ha parecido demasiado hierática, sin dejarnos penetrar realmente en los entresijos de su alma. A esta falta de emoción ayuda también la puesta en escena tan afectada por la que opta el director.
No es justo, lo sé, pero me ha resultado muy complicado no establecer comparaciones con algún film de parecida temática, como es el caso de Breve encuentro (1945) de David Lean y la verdad es que Deseando amar (2000) no aguanta la comparación. Breve encuentro es el ejemplo perfecto de una puesta en escena sencilla pero llena de talento y que consigue conmover por su profundidad y sensibilidad exquisitas. Wong Kar-wai ha optado por potenciar la forma hasta la exageración, con enfoques absurdos, planos que confunden y una exposición de la historia muy distante. El resultado es una forma que se come el contenido, unos diálogos escuetos y poco inspirados y una repetición de la música (con temas de Nat King Cole en castellano) que acaba por cansar y por perder el efecto mágico buscado.Al final, los 98 minutos de metraje parecen muchos más, el desenlace de la historia apenas conmueve y, en el colmo del absurdo, se prolonga el final en breves epílogos sin demasiado sentido donde hasta se incluyen imágenes de un documental que no se sabe bien a qué vienen.
Aún así, merece la pena acercarse a esta original película que aborda dos de los temas más candentes de la vida: el amor y la soledad.
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