Parece ser que Kar-wai Wong, el director de este film, tiene por costumbre trabajar sin guión. Curiosa manera de hacer cine.
No sé si esta costumbre del director es lo que hace que se pase de una historia a la otra, pues en el film nos habla en realidad de dos soledades, sin ningún tipo de transición medida o ello es fruto de una idea predeterminada.Chungking Express (1994) nos cuenta, decía, dos historias sin más relación entre sí que la de visitar ciertos lugares comunes, de referirse a dos policías de Hong Kong y la de estar marcadas ambas por la huella de la soledad.
En la primera se nos habla de un policía que sufre aún las consecuencias de un fracaso amoroso que le lleva a acaparar latas de piña con una determinada fecha de caducidad impresa. En medio de su tristeza, se siente atraído por una extraña mujer, siempre vestida con una gabardina y cubriendo su mirada con gafas de sol, que resulta ser, sin que él lo sepa, una traficante de drogas.Y de pronto saltamos a la segunda historia, para mí la más lograda del film, donde otro policía consigue despertar el interés de la camarera del barucho donde come a diario.
Quizá el rasgo más llamativo del film es la manera de rodar tan particular de Kar-wai Wong. Impone un ritmo nervioso y una estética donde predomina el juego de colores, el encuadre forzado, los cambios de ritmo, las diferentes velocidades de filmación elegidas, etc. En definitiva, una elección arriesgada donde lo que no se quiere es ser convencional de ninguna manera. Arriesgada porque tanta afectación se mueve por el filo de la navaja y si no se reprimen los excesos se puede terminar en un juego de formas vacías.Sin embargo, el mérito del director es contarnos una historia lo suficientemente atractiva, me refiero a la segunda, que ocupa la mayor parte del film y es la más lograda al adentrarse mejor en los personajes, como para interesarnos en el devenir de esas personas. Quizá la parte más emotiva es aquella en la camarera se dedica a visitar a escondidas el apartamento del policía y formar, de esta manera furtiva, parte de su mundo. Narrada con alegría y aparente despreocupación, no deja ser un hermoso canto al amor. Porque, por lo menos para mí, un film debe tener, para que me guste, alma. Y eso no lo da solamente un dominio técnico o una presentación sorprendente, lo que realmente cuenta es el sentimiento, la capacidad del director de conectar con nosotros, de interesarnos o de conmovernos. Eso sí que es cine.
No hay comentarios:
Publicar un comentario