El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 21 de abril de 2010

Arsénico por compasión



Dirección: Frank Capra.
Guión: Julius J. Epstein, Philip G. Epstein (Obra: Joseph Kesselring).
Música: Max Steiner.
Fotografía: Sol Polito (B&W).
Reparto: Cary Grant, Priscilla Lane, Peter Lorre, Raymond Massey, Josephine Hull, Jean Adair, Jack Carson, Edward Everett Horton.


Un crítico teatral que acaba de casarse decide visitar a sus ancianas tías antes de marcharse de luna de miel. Durante la visita descubrirá que las encantadoras viejecitas tienen una manera muy peculiar de practicar la caridad.

Algunas veces, pocas en realidad, me he visto sorprendido por el argumento de una película. Fue cuando en el desarrollo de la misma se producía alguna alteración del desarrollo normal de los acontecimientos, cuando la norma más o menos establecida saltaba por los aires en un giro sorprendente de los roles o los valores estandar.

Me sucedió con Psicosis de Alfred Hitchcock, con el asesinato de la protagonista en la primera parte del film, y me sucedió también con este film disparatado y transgresor donde una comedia de corte clásico adquiere tintes surrealistas con la pareja de encantadoras ancianas empeñadas en solucionar de una vez para siempre la soledad de sus queridos huéspedes.

Como era habitual en el cine clásico, la eficacia de 
Arsénico por compasión 
(Frank Capra, 1944) se apoya en dos sólidos pilares: un guión perfectamente construido, para que el enredo y la sorpresa caigan con naturalidad sobre el desconcertado espectador, apoyados en unos diálogos y una caracterización precisa de los personajes; y la elección de los actores adecuados sobre los que recaerá buena parte del mérito de hacer que la película funcione. En este caso, poco podemos decir de la perfecta actuación de Cary Grant, uno de los mejores actores en la historia del cine que tenía un don natural para la comedia, tal vez al establecerse un llamativo contraste entre su porte elegante y seductor con las situaciones ridículas en las que se veía envuelto en los films de este género. El resto del reparto es igualmente soberbio, destacando las actrices que dan vida a las encantadoras ancianas (Josephine Hull y Jean Adair).

El film responde al desarrollo clásico de las comedias de enredo, donde se parte de una situación más o menos cotidiana que se irá complicando de manera inevitable hasta un climax a partir del cuál se llegará a un desenlace feliz. Pero la novedad aquí es que el enredo nace de una situación casi absurda, increíble, disparatada y el acierto de Capra es convertirla en algo encantador y ponernos casi de parte de las ancianas. Es un rizar el rizo pero sin caer en lo ridículo o lo rocambolesco; es jugar al límite, andar en la cuerda floja y conseguir no solo salir airoso, sino crear un film perfecto.

Lo hermoso de esta película es como consigue hacernos disfrutar de cada escena, de cada frase, de cada situación desde el primer minuto hasta el último. Me sentí cómplice y partícipe de la trama en todo momento y es de esas raras experiencias en que el tiempo real parece diluirse y solo existe el tiempo de la película, hasta que la palabra FIN nos despierta de un sueño maravilloso.


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