El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 26 de abril de 2010

Three: Sólo volverán dos


Dirección: Stewart Raffill.

Guión: Stewart Raffill.

Música: Richard Harvey.

Fotografía: Tony Imi.

Reparto: Billy Zane, Kelly Brook, Juan Pablo Di Pace.

Three: Sólo volverán dos (2006) es una de esas películas ridículas que uno no sabe bien cómo han conseguido siquiera ser estrenadas.

La historia es bien sencilla: un millonario viaja en un yate alquilado con su atractiva esposa en un crucero de placer. Uno de los criados del barco entra de inmediato en conflicto con el millonario. Cuando el barco se incendia y naufraga, el matrimonio y el criado tendrán que sobrevivir juntos en una isla desierta.

Lo peor no es que el guión, obra del director de la película, sea predecible y vulgar y sin una pizca de ingenio, lo peor es que el film es repetitivo, absurdo y carente del mínimo interés. Por si la historia no fuera ya de por sí lo bastante predecible, el título castellano ya nos da una pista pero, es que encima, para colmo de despropósitos, al final sólo regresa uno. Pero eso es lo de menos. Lo triste es el mínimo interés de un triángulo amoroso que se anuncia a bombo y platillo ya desde el comienzo; lo triste son unos diálogos estereotipados, unos actores muy limitaditos y lo excesivos que resultan los 95 minutos de metraje.

Es evidente que una mujer atractiva entre dos hombres en una isla desierta puede crear conflictos, pero el desarrollo de los mismos es banal y no se ahonda en los personajes en ningún instante. Todo es directo e incluso absurdo y nada de lo que sucede nos sorprende y mucho menos nos importa.

Hasta el intento de añadir algo original, como es la antigua novia del criado guaperas que, despechada, practica vudú contra el, resulta algo tópico y sin mucho sentido que aparece, oportunamente, justo en el último instante y queda como un añadido tosco y facilón.

Una película para huir de ella como del fuego.

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