El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 21 de abril de 2010

La diligencia



Hay películas que tienen la suerte de convertirse en hitos en la historia del cine. Y hay directores destinados a crear un antes y después en el devenir del séptimo arte. Ambas cosas se reunen en La diligencia (1939) de John Ford.

Antes de este film, el western era un género menor donde la acción era la base de las películas, los protagonistas eran meros estereotipos y los argumentos carecían de profundidad y eran solamente el armazón para el desarrollo del espectáculo de peleas, persecuciones y duelos.

Pero de pronto irrumpe este film y la historia del western dará un vuelco definitivo otorgándole al género nobleza, profundidad y seriedad.

La historia de un viaje en diligencia a través de un territorio plagado de indios en pie de guerra permite a John Ford hacer un soberbio retrato de un conjunto de personajes dispares donde hay no poca crítica social, en particular hacia los poderosos y los puritanos, y donde el director despliega toda su ternura y lirismo en algunas escenas memorables.

Un rasgo curioso del film es que estamos hablando de un western, pero el desarrollo de la mayor parte del argumento se centra en las relaciones que se establecen entre los viajeros, dominando enteramente los diálogos y el retrato sicológico. La acción, auténtico protagonista hasta entonces de los films del oeste, queda relegada a la parte final de la película en una secuencia del ataque a la diligencia, que aún hoy en día es un ejemplo de como se debe filmar una escena de acción. Con esta estructura del film consigue Ford, además del retrato minucioso y vivo de los personajes, ir dosificando la tensión ante el posible ataque de los indios durante todo el metraje de la película con una maestría soberbia.

Y de nuevo Ford es capaz de volcar en los protagonistas toda su sabiduría en el retrato humano, sabiduría cargada de ternura y no poco sentido del humor. Así, un film que del que a priori solo deberíamos esperar aventuras y brillantes peleas, se convierte en una lúcida reflexión sobre el ser humano llena de cariño y lirismo como solo John Ford era capaz de hacer.

El film contribuyó al mismo tiempo a lanzar al estrellato a un jovencísimo John Wayne, protagonista en el futuro de buena parte de la obra de Ford, que con Ford lograba sus mejores interpretaciones. El resto del reparto es brillante: Claire Trevor, John Carradine, Thomas Mitchell (ganador del Oscar al mejor secundario por su encarnación del doctor alcohólico), Andy Devine, George Bancroft, Donald Meek, ...


Cuando Orson Welles prepara su debut cinematográfico, plasmado en Ciudadano Kane, se dedicó a ver repetidas veces esta película con el fin de aprender el oficio de director. Admirador incondicional de Ford, célebre es su respuesta cuando le preguntaron por sus tres directores favoritos contestando: "John Ford, John Ford y John Ford".

El western comenzó a partir de 
La diligencia un asombroso recorrido con películas que han quedado para siempre entre lo mejor del séptimo arte. Y sin embargo, en algunos aspectos, este film pionero sigue siendo el mejor.

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