El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 21 de abril de 2010

Breve encuentro




Dirección: David Lean.
Guión: David Lean, Anthony Havelock-Allan, Ronald Neame (Obra: Noël Coward).
Música: Sergei Rachmaninoff.
Fotografía: Robert Krasker.
Reparto: Celia Johnson, Trevor Howard, Stanley Holloway, Joyce Carey, Cyril Raymond, Everley Gregg, Valentine Dyall.

El David Lean más conocido es el de las tres colosales superproducciones, El puente sobre el río Kwai (1957)Lawrence de Arabia (1962) o Doctor Zhivago (1965), donde llega a la cima de su carrera. Menos conocidas del gran público son sus obras anteriores, menos ambiciosas tal vez, pero con una calidad asombrosa. Y Breve encuentro (1945) es quizá el mejor ejemplo de ello.

El tema del amor está más que visto en el cine. Prácticamente no hay película que no lo toque de alguna manera. Y sin embargo, en 
Breve encuentro lo encontramos expuesto con tal naturalidad, con tal delicadeza, con tanto respeto que parece un tema del todo nuevo. Lean realiza de nuevo una adaptación de una obra de Noel Croward, de quién había realizado ya tres adaptaciones; pero en este caso se trata de una breve pieza teatral titulada Still Life (título altamente revelador) que nos cuenta el encuentro casual entre el doctor Alec y Laura en una estación de tren. Ambos están casados, pero se sienten atraídos mutuamente de manera apasionada e inevitable. Es el comienzo de una breve historia de amor marcada por una realidad que desgraciadamente terminará por separarlos.  


El que se trate de un film inglés tiene mucho que ver con el tratamiento exquisito del tema del amor adúltero. David Lean huye de lo escabroso y se recrea en una pasión soterrada, pero inmensa, que brota sin querer entre dos personas maduras que aparentemente eran felices en sus matrimonios y que, a pesar de ellos mismos, descubren una locura nueva que los revive en una primavera gloriosa y tierna que parece hacerlos retroceder a la inocencia y la frescura de la adolescencia. La grandeza de la película reside, precisamente, en su sencillez. Y es que cuando algo está bien contado, con sensibilidad y ternura, resulta innecesario cualquier adorno. Y esto es lo que evita David Lean. Los personajes son seres normales, con unas vidas rutinarias, carentes de cualquier rasgo excepcional. Y entre dos personas así, como tantas otras, asistimos al nacimiento de algo que, no por conocido, resulta menos conmovedor. Lean evita cualquier exceso. Su historia es como el lento discurrir de un río que, de pronto, se acelera incontrolado para volver a recuperar inevitablemente su ritmo imperturbable.

La elegancia de los diálogos, la maravillosa puesta en escena, sencilla pero cargada de poesía, hacen de este film una hermosa experiencia que contagia su alegría casi sin querer. Todo va teniendo sentido, todo es real e intenso sin excesos, sin cargar las tintas, sin necesidad de giros extraños o fatalismos trágicos. Y es ésto, el ritmo tranquilo y la normalidad de los personajes, incluso su callada aceptación de su destino, contra el que ni pueden ni desean luchar, lo que nos conmueve, quedándonos atrapados también en esa historia, deseando lo imposible para ellos y, tal vez, también para nosotros.

Hay a lo largo y ancho del film una atmósfera dulce, romántica, cálida, que te envuelve. Casi como un brazo que se posase sobre tus hombros. Es un film íntimo que nos deja la sensación de ser unos espías de algo tan secreto que conmueve.

El amor, el dolor, la vida van desfilando con total naturalidad, pero recreados con tanto talento, interpretados con tanta sencillez (Celia Johnson y Trevor Howard nos ponen la piel de gallina constantemente), que es imposible no emocionarse sinceramente ante una historia que nos enternece y fascina y donde algunas escenas, algunas frases, nos llegan tan adentro como si fueran el reflejo dorado de nuestros más románticas fantasías. A propósito de los actores, intenten imaginar por un instante que están actuando, verán que resulta imposible. Hay tal naturalidad en su manera de interpretar, tanta dulzura en las miradas, en la manera en que se cogen la mano, tal desesperación cuando deben despedirse, que resultan absolutamente creíbles y que nos llega muy dentro.

No deberíamos pasar por alto la maravillosa fotografía en blanco y negro y una ambientación geniales, sobre todo en las escenas en la estación, que crean un clima íntimo y hermoso como marco perfecto a la historia. Y, para completar tanta belleza, el Concierto para piano nº 2 de Rachmaninov, que termina por calarnos hasta los huesos de su exquisita melancolía.

Poco importa, finalmente, el desenlace que, además, en todo momento se intuye y que resulta, tal y como se desarrolla el romance, casi inevitable. Pero hasta en ese instante, Lean demuestra su talento y su ternura. Nadie sale en realidad perdiendo y nadie en realidad sale ganando. La vida es así: Laura tiene un marido que la adora y unos hijos que son su vida. Pero el amor, el verdadero amor, le llega un poco tarde. No hay cabida para héroes. Aún así, el dolor de Alec y Laura nos ha invadido por completo. Sin embargo, después de todo, uno no deja de envidiar a Laura y Alec por haber podido disfrutar, aunque fuera brevemente, de uno de los sentimientos más esquivos y más abrasadores de la vida.

2 comentarios:

  1. Hola Manuel. Esta película era una gran desconocida para mí hasta que un día fui invitada a verla.No me arrepentí de hacerlo porque es una magnífica película. Dada la ternura que existe en ella el final no resultó ser excesivamente dramático, se traslada casi como si todo hubiese sido un sueño maravilloso del que despierta al final la protagonista a la cual adora su familia. Se presenta como una historia casi de flechazo, de un amor irremediable para ambos y que saben de antemano que no pueden materializar. Aún así deciden vivirlo unos días pero la responsabilidad de sus vidas hace que tengan que cesar. A mi juicio volvemos a asistir en el cine a los diferentes tipos de amor que pueden existir en una vida: el indomable que se apodera de todo de repente y el estable y tranquilo que te proporciona seguridad y calor. Dicotomías de la vida en el cine.Me recuerda a la versión antigua de los Puentes de Madison. Me gustó el comentario de esta película. Gracias de nuevo por ayudarme a seleccionar las pelis buenas.

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    1. Carolina, con esta película llegas a un terreno muy querido para mí. Es una película especial, de esas a las que le coges un cariño único. No sé porqué. Quizá dependa del momento en que la ví por primera vez. O quizá solo se deba a que es una historia maravillosa, de esas que nos gustaría vivir, aún sabiendo el final, aún conociendo el dolor de antemano. Gracias por verla y por comentarla. Un abrazo.

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