Dirección: Kevin Costner.
Guión: Michael Blake (Novela: Michael Blake).
Música: John Barry.
Fotografía: Dean Semler.
Reparto: Kevin Costner, Mary McDonnell, Graham Greene, Rodney A. Grant, Maury Chaykin, Tantoo Cardinal.
El debut de Kevin Costner detrás de la cámara no hubiera podido ser mejor. A pesar de lo delicado del ambicioso proyecto, el resultado de Bailando con lobos (1990) fue espectacular y asombroso.
El teniente de la Unión John J. Dunbar (Kevin Costner), deseoso de ver la frontera antes que desaparezca, solicita destino en un puesto avanzado en pleno territorio indio. Completamente solo allí, comienza lentamente a tener contacto con los siux lakota, a los que pasará de temer a admirar conforme va conociéndolos mejor.
Bailando con lobos es un film grandioso, lleno de momentos hermosos y espectaculares. Es una de las películas que con más respeto y admiración se han acercado a la cultura de los indios americanos, poniendo en valor la hermosa armonía de estas gentes con su entorno y su nobleza. Así, no es de extrañar la evolución que sufre el teniente Dunbar al contacto con ellos, hasta renegar de su propia civilización depredadora para convertirse en uno más de la tribu.
Kevin Costner demuestra su talento como narrador, administrando el ritmo de la película con mano diestra y haciendo que la larga duración del film (posteriormente se estrenaría una versión aún más extensa) y el ritmo pausado del relato no resulten nunca cansinos o aburridos. Para ello, además de un relato maravilloso y profundo sobre la soledad, el descubrimiento y la amistad, cuenta con un reparto excelente (los indios resultan absolutamente creíbles) y una de las mejores ambientaciones que he visto del oeste americano. Al lado, una fotografía impresionante de Dean Semler (partícipe en la saga Mad Max) que resalta la lírica y el romanticismo que encierra el film.
Algunas secuencias son prodigiosas, como la caza de búfalos, por poner un ejemplo, donde Costner demuestra que con talento y sensibilidad se pueden lograr resultados excepcionales. Quizá se le pueda reprochar, en algunos momentos, cierto exceso melodramático, pero en conjunto la película resulta impecable y hermosa y no extraña la colección de premios Oscar que conquistó: mejor película, dirección, guión, fotografía, montaje, banda sonora y sonido.
Como curiosidad, hay que mencionar que desde Cimarron (Wesley Ruggles, 1931) ningún western había logrado el Oscar a la mejor película.
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