El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 12 de abril de 2010

Bailando con lobos



Dirección: Kevin Costner.
Guión: Michael Blake (Novela: Michael Blake).
Música: John Barry.
Fotografía: Dean Semler.
Reparto: Kevin Costner, Mary McDonnell, Graham Greene, Rodney A. Grant, Maury Chaykin, Tantoo Cardinal.

El debut de Kevin Costner detrás de la cámara no hubiera podido ser mejor. A pesar de lo delicado del ambicioso proyecto, el resultado de Bailando con lobos (1990) fue espectacular y asombroso.

El teniente de la Unión John J. Dunbar (Kevin Costner), deseoso de ver la frontera antes que desaparezca, solicita destino en un puesto avanzado en pleno territorio indio. Completamente solo allí, comienza lentamente a tener contacto con los siux lakota, a los que pasará de temer a admirar conforme va conociéndolos mejor.

Bailando con lobos es un film grandioso, lleno de momentos hermosos y espectaculares. Es una de las películas que con más respeto y admiración se han acercado a la cultura de los indios americanos, poniendo en valor la hermosa armonía de estas gentes con su entorno y su nobleza. Así, no es de extrañar la evolución que sufre el teniente Dunbar al contacto con ellos, hasta renegar de su propia civilización depredadora para convertirse en uno más de la tribu.

Kevin Costner demuestra su talento como narrador, administrando el ritmo de la película con mano diestra y haciendo que la larga duración del film (posteriormente se estrenaría una versión aún más extensa) y el ritmo pausado del relato no resulten nunca cansinos o aburridos. Para ello, además de un relato maravilloso y profundo sobre la soledad, el descubrimiento y la amistad, cuenta con un reparto excelente (los indios resultan absolutamente creíbles) y una de las mejores ambientaciones que he visto del oeste americano. Al lado, una fotografía impresionante de Dean Semler (partícipe en la saga Mad Max) que resalta la lírica y el romanticismo que encierra el film.

Algunas secuencias son prodigiosas, como la caza de búfalos, por poner un ejemplo, donde Costner demuestra que con talento y sensibilidad se pueden lograr resultados excepcionales. Quizá se le pueda reprochar, en algunos momentos, cierto exceso melodramático, pero en conjunto la película resulta impecable y hermosa y no extraña la colección de premios Oscar que conquistó: mejor película, dirección, guión, fotografía, montaje, banda sonora y sonido.

Como curiosidad, hay que mencionar que desde Cimarron (Wesley Ruggles, 1931) ningún western había logrado el Oscar a la mejor película.

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