Dirección: John Schlesinger
Guión: Waldo Salt (Novela: James Leo Herlihy)
Música: John Barry
Fotografía: Adam Holender
Reparto: Dustin Hoffman, John Voight, Brenda Vaccaro, Sylvia Miles, John McGiver, Ruth White, Bob Balaban, Barnard Hughes
Cowboy de medianoche (1969) es como un golpe en el estómago, como una explosión que nos sacudiera el alma; es una experiencia dolorosa por su indudable belleza y su más innegable tristeza. Es cine, naturalmente. Pero más aún, es vida.
Recuerdo que al verla por vez primera me sentí invadido por un mar de llanto y una amargura interiores similares al de una pesadilla que nos desvela en nuestra infancia y para la que se busca alivio y consuelo que a duras penas alcanzan para apaciguarnos el pecho. La vida miserable de los dos protagonistas (Jon Voight y un inmenso Dustin Hoffman) es tan conmovedora y su desenlace tan terriblemente inevitable, que me sentía acorralado por el dolor de no poder socorrer en modo alguno a dos seres tan indefensos como patéticos.
Porque la miseria crece sin remedio ante nuestros ojos y ni los más hermosos sueños de Joe Buck y de Ratso Rizzo ni la extraordinaria canción de Harry Nilsson son capaces de amortiguar tanto dolor y tanta podredumbre. El mundo devorando a sus hijos sin que sea posible salvación alguna. Son conmovedores los pequeños momentos de alivio, las pequeñas treguas que la vida les va concediendo y que se antojan casi como milagros de lo cotidiano que no hacen sino apretarnos más el nudo en la garganta.
Y siempre con una ternura genuina por parte de John Schlesinger, vacía de sentimentalismo barato. La amistad y el dolor compartidos ante la indiferencia de una realidad que, como si de una apisonadora se tratara, pasa indolente sobre cuanto de bello puede brotar de dos seres inocentes, embebidos de esa fastuosa ensoñación propia de los niños.
En algunos aspectos, el film acarrea con pesar las arrugas que el tiempo ha ido depositando. Las escenas de las fiestas psicodélicas delatan que los años pesan sobre todas las cosas. Algunos de esos pasajes no son en absoluto de mi agrado, como si desentonaran en medio de un paisaje soberbio. No deja de ser una apreciación muy personal, por supuesto.
El film, de tan crudo y directo, fue catalogado como film X en su momento en los Estados Unidos. A pesar de lo cuál fue galardonado con un Oscar, lo que constituyó toda una primicia en la historia del cine al ser el primer , y creo que único, caso de un film X recompensado con el máximo premio de la industria. Además, ganó también el Oscar a mejor director y mejor guión adaptado.
Una obra poderosa y hermosa. Un film rotundo ante el que no tengo manera alguna de protegerme.
Recuerdo que al verla por vez primera me sentí invadido por un mar de llanto y una amargura interiores similares al de una pesadilla que nos desvela en nuestra infancia y para la que se busca alivio y consuelo que a duras penas alcanzan para apaciguarnos el pecho. La vida miserable de los dos protagonistas (Jon Voight y un inmenso Dustin Hoffman) es tan conmovedora y su desenlace tan terriblemente inevitable, que me sentía acorralado por el dolor de no poder socorrer en modo alguno a dos seres tan indefensos como patéticos.
Porque la miseria crece sin remedio ante nuestros ojos y ni los más hermosos sueños de Joe Buck y de Ratso Rizzo ni la extraordinaria canción de Harry Nilsson son capaces de amortiguar tanto dolor y tanta podredumbre. El mundo devorando a sus hijos sin que sea posible salvación alguna. Son conmovedores los pequeños momentos de alivio, las pequeñas treguas que la vida les va concediendo y que se antojan casi como milagros de lo cotidiano que no hacen sino apretarnos más el nudo en la garganta.
Y siempre con una ternura genuina por parte de John Schlesinger, vacía de sentimentalismo barato. La amistad y el dolor compartidos ante la indiferencia de una realidad que, como si de una apisonadora se tratara, pasa indolente sobre cuanto de bello puede brotar de dos seres inocentes, embebidos de esa fastuosa ensoñación propia de los niños.
En algunos aspectos, el film acarrea con pesar las arrugas que el tiempo ha ido depositando. Las escenas de las fiestas psicodélicas delatan que los años pesan sobre todas las cosas. Algunos de esos pasajes no son en absoluto de mi agrado, como si desentonaran en medio de un paisaje soberbio. No deja de ser una apreciación muy personal, por supuesto.
El film, de tan crudo y directo, fue catalogado como film X en su momento en los Estados Unidos. A pesar de lo cuál fue galardonado con un Oscar, lo que constituyó toda una primicia en la historia del cine al ser el primer , y creo que único, caso de un film X recompensado con el máximo premio de la industria. Además, ganó también el Oscar a mejor director y mejor guión adaptado.
Una obra poderosa y hermosa. Un film rotundo ante el que no tengo manera alguna de protegerme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario