El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 20 de abril de 2010

Open Range


Jefe Spearman (Robert Duvall) y Charlie Waite (Kevin Costner) llevan su ganado de un lugar a otro, aprovechando los pastos libres. Un día, al llegar a un pueblo llamado Harmonville, dominado por un ganadero ambicioso y cruel, que hará lo posible por robarles el ganado.

Nuevo western de Kevin Costner, tras el éxito de Bailando con lobos (1990), y de nuevo el resultado es un film de una factura impecable y que recoge lo mejor de la tradición del género para insuflarle vida de nuevo. Open Range (2003) no cuenta nada que no hallamos visto ya en otros westerns, pero aún así es un notable film, lleno de belleza, de ternura y de sentido del honor y de la justicia.

Formalmente, la película tiene una fotografía soberbia que nos ofrece algunos planos sencillamente perfectos. Para algunos críticos, quizá algo empalagosos pero, desde mi punto de vista, Costner logra algunos encuadres cargados de poesía. Otro punto a su favor es que posee unos diálogos excelentes, infinitamente por encima de lo que estamos acostumbrados a escuchar en estos días. También la ambientación está realmente cuidada. Otro de los aciertos es que Kevin Costner se toma el tiempo para contar la historia, sin apresurarse, incluso recreándose en algunos momentos, como la estupenda escena de la lluvia, lo que otorga a la historia contada una sólida ambientación.

Sin renunciar a la violencia intrínseca al género y que nos ofrece un duelo final de un factura impecable, Open Range es una película intimista, que se adentra en el alma de los personajes, sus frustraciones, sus miedos, sus vergüenzas y, como no, sus sueños, como el que se le presenta a Charlie, un matón que intenta escapar de su pasado, al conocer a la hermana del médico del pueblo (Annette Bening). Una historia de amor sincera, de dos personas ya maduras, y donde se respira cariño y comprensión por encima de cualquier otra pasión.

Open Range nos reconcilia con el mejor western clásico, de argumentos sencillos e historias de valor, de amistad y de amor. Es una película cuidada y bien hecha, lo cuál es ya una gran noticia.

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