Tras haber logrado una obra maestra con El Padrino (1972), Coppola se embarca en El Padrino II (1974) y el resultado vuelve a ser excepcional. Para algunos esta segunda parte supera incluso a la primera. En todo caso, ambas películas forman realmente una obra perfecta y completa, la mejor incursión en el mundo de la mafia en la historia del cine.
Coppola ya no tiene al gran Marlon Brando, uno de los pilares de El Padrino con su soberbia composición de Don Vito Corleone, pero nos sorprende con una actuación magistral de un joven Robert de Niro en, tal vez, el papel de su vida. A su lado, el resto de principales actores de la entrega anterior para dar continuidad perfecta a la historia. Estéticamente el film es de nuevo perfecto, recreando los años 50 y comienzos de siglo en un relato con retrocesos en el tiempo para explicar el origen de la familia engranados en la historia principal de manera magistral.
La mayor diferencia con El Padrino reside en que este es un film más sombrío, más pesimista que el anterior. Mientras el poder del nuevo Padrino (ahora encarnado por el hijo de Don Vito, Michael-Al Pacino) crece sin cesar, la base en la que se asentaba -la familia- se descompone sin remedio. En la primera vimos el cambio que experimentaba Michael al tomar la decisión de vengar el atentado de su padre. En El Padrino II culmina la transformación y Michael se convierte en una persona fría y desalmada, incapaz de mantener a la familia unida, lo único que en realidad daba sentido a la lucha por el poder. Terrible contradicción que para mantenerse en la cumbre, Michael termina por devorar todo lo que en realidad cuenta. La soledad a la que se ve abocado Michael supone el culmen de una magistral reflexión sobre la corrupción y la destrucción anejas al poder.
La belleza de muchos pasajes de este film melancólico, pausado y doloroso consagran a Francis Ford Coppola como uno de los mayores talentos de la historia del cine.
Coppola ya no tiene al gran Marlon Brando, uno de los pilares de El Padrino con su soberbia composición de Don Vito Corleone, pero nos sorprende con una actuación magistral de un joven Robert de Niro en, tal vez, el papel de su vida. A su lado, el resto de principales actores de la entrega anterior para dar continuidad perfecta a la historia. Estéticamente el film es de nuevo perfecto, recreando los años 50 y comienzos de siglo en un relato con retrocesos en el tiempo para explicar el origen de la familia engranados en la historia principal de manera magistral.
La mayor diferencia con El Padrino reside en que este es un film más sombrío, más pesimista que el anterior. Mientras el poder del nuevo Padrino (ahora encarnado por el hijo de Don Vito, Michael-Al Pacino) crece sin cesar, la base en la que se asentaba -la familia- se descompone sin remedio. En la primera vimos el cambio que experimentaba Michael al tomar la decisión de vengar el atentado de su padre. En El Padrino II culmina la transformación y Michael se convierte en una persona fría y desalmada, incapaz de mantener a la familia unida, lo único que en realidad daba sentido a la lucha por el poder. Terrible contradicción que para mantenerse en la cumbre, Michael termina por devorar todo lo que en realidad cuenta. La soledad a la que se ve abocado Michael supone el culmen de una magistral reflexión sobre la corrupción y la destrucción anejas al poder.
La belleza de muchos pasajes de este film melancólico, pausado y doloroso consagran a Francis Ford Coppola como uno de los mayores talentos de la historia del cine.
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