El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 11 de abril de 2010

Agua negra



Dirección: Andrew Traucki, David Nerlich.
Guión: Andrew Traucki, David Nerlich.
Música: Rafael May.
Fotografía: John Biggins.
Reparto: Andy Rodoreda, Bex Oxenbould, Diana Glenn, Fiona Press, Maeve Dermody.

Agua negra (David Nerlich y Andrew Traucki, 2007) es un film australiano, con guión del dúo de directores, basado en hechos reales y constituye un buen ejemplo de película de suspense bien hecha.

Grace, su novio y su hermana pequeña parten de vacaciones sin rumbo fijo. En un momento dado, deciden adentrarse en una zona pantanosa del norte de Australia en compañía de un guía para pescar. Sin embargo, lo que parecía una placentera excursión se torna en pesadilla cuando son atacados por un cocodrilo.

Partiendo de una historia que recuerda, inevitablemente, a Tiburón de Spielberg y sus muchas y desafortunadas secuelas, el mérito de Agua negra es el evitar en todo momento caer en los caminos trillados de este tipo de films y narrar el drama de los protagonistas con el mayor realismo posible y siempre de manera serena, sin caer en dramatismos exagerados y evitando, lo cuál es de agradecer, las escenas morbosas y sangrientas. Y no resulta sencillo llenar el tiempo y mantener la atención con la sola ayuda de un escenario y un par de actores durante buena parte de la película. Pero se consigue de manera admirable.

Así, el resultado es un film que trascurre con cierta calma, sin esos amagos engañosos desesperantes a los que suele recurrir para llenar minutos, y donde es precisamente esa lenta espera, la aparente calma del pantano, la que ayuda a crear un clima tenso donde jamás llegamos a adivinar lo que ocurrirá a continuación.

En definitiva, sin ser una obra excepcional, sí que se agradece su sencillez y claridad, en las que reside finalmente su encanto y eficacia. Los actores, desconocidos para mí, resultan del todo convincentes.

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