El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 24 de abril de 2010

Sabotaje




Dirección: Alfred Hitchcock
Guión: Peter Viertel, Joan Harrison y Dorothy Parker
Música: Charles Previn y Frank Skinner
Fotografía: Joseph A. Valentine
Reparto: Priscilla Lane, Robert Cummings, Otto Kruger, Alan Baxter, Clem Bevans, Norman Lloyd, Alma Kruger

Lo primero que hay que aclarar al hablar de esta película de Hitckcock, rodada en 1942, es que no debemos confundirla con la de 1936, pues en España ambas se llamaban igual, Sabotaje. No así en sus títulos originales, ya que mientras la primera se titulaba Sabotage (The woman alone), en inglés, ésta se titulaba Saboteur. En España, para diferenciarlas, a la de 1936 se le añadió el subtítulo La mujer solitaria, como en la versión original.

En todo caso, este Sabotaje no se encuentra entre lo mejor de Hitchcock. Quizá el principal problema que le encuentro a la película es que en su trama se parece demasiado a otras películas del director. En concreto, hay muchos elementos que nos hacen pensar en 39 escalones (1935): la chica que desconfía del hombre inocente injustamente acusado, su huída juntos, como ella termina por creerle y ayudarle, como se enamoran..., y todo ello convierte la historia en demasiado previsible, con lo pierde inevitablemente el factor sorpresa. También hay muchas similitudes con Con la muerte en los talones (1959), de la que el director afirmaba que podía considerarse un remake perfeccionado de Sabotaje. En ambos casos, el final se desarrolla en un monumento significativo, tras haber atravesado los protagonistas parte del país: la Estatua de la Libertad en este caso y el Monte Rushmore en Con la muerte en los talones.

A esta similitud argumental entre estos films hay que añadir, en el caso de Sabotaje, que estamos ante un guión mucho más flojo que el 39 escalones o Con la muerte en los talones. La película arranca con interés, pues siempre que un inocente se ve falsamente acusado y perseguido desata cierta indignación y pone al espectador en tensión para ver como podrá demostrar su inocencia. Pero la trama se pierde a mitad de la película en demasiadas complicaciones que no añaden en realidad nada positivo al desarrollo de la historia y, por el contrario, debilitan el ritmo y la tensión. Hitchcock achacaba el error a no haber pulido un guión que trataba de abarcar demasiado.

Para el director, además, el problema de la película también residía en le reparto. Aquí no pudo contar con una gran estrella y tuvo que conformarse con Robert Cummings para el papel principal. Según Hitchcock, su rostro no tenía los rasgos dramáticos necesarios y resultaba demasiado divertido. Tampoco Priscilla Lane, impuesta por el estudio, era de su agrado. Y para rematar el tema de los actores, Harry Carey no aceptó el papel de villano y Hitchcock hubo que contentarse con Otto Kruger.

Es cierto que muchos de los films del director fallan por los actores, pero para mí el principal defecto de Sabotaje reside en el guión: jamás llegamos a temer por la suerte del protagonista, no lo sentimos en peligro real y adivinamos demasiado fácilmente el desenlace. Incluso ahí, en la escena en la Estatua de la Libertad, Hitchcock reconoce que el hecho de que sea el malo el que esté en peligro de caer es otro error, ya que si fuera el protagonista (como sucede en Con la muerte en los talones), la tensión entre el público hubiera sido mucho mayor.

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