El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 28 de abril de 2010

La sombra del poder




Dirección: Kevin Macdonald.
Guión: Matthew Michael Carnahan, Tony Gilroy, Peter Morgan (Remake: Paul Abbott).
Música: Alex Heffes.
Fotografía: Rodrigo Prieto.
Reparto: Russell Crowe, Ben Affleck, Rachel McAdams, Robin Wright Penn, Jason Bateman, Helen Mirren, Jeff Daniels, Michael Berresse, Harry Lennix, Josh Mostel, Michael Weston, Barry Shabaka Henley, Viola Davis, Maria Thayer, Wendy Makkena.

Adaptación de una serie de la BBC a la gran pantalla, La sombra del poder (2009) se adivina, incluso antes de verla, una película ambiciosa y, ¿porqué no decirlo?, pretenciosa.
Podríamos encuadrarla en la línea de Todos los hombres del presidente, el film dirigido en 1976 por Alan J. Pakula e interpretado por Roberd Redford y Dustin Hoffman y en que se relataba la historia del Watergate, que provocó la dimisión de Richard Nixon. Ni que decir tiene que La sombra del poder es un film infinitamente más ligero y orientado sobre todo a entretener. Nada que ver con el film de Pakula y su decidida denuncia de la corrupción. En este caso, la trama termina cayendo del lado sentimental, dejando el posible enfoque político como mero decorado.
Cal McCaffrey (Russell Crowe), un periodista de Washington DC, comienza a investigar un tiroteo callejero, saldado con un muerto y un herido grave, cuando la ayudante de su antiguo compañero de estudios y ahora congresista, Stephen Collins (Ben Affleck), aparece muerta. Mientras todo apunta a un suicidio, Cal empieza a barajar otras hipótesis y descubre, casualmente, que hay alguna relación entre esta muerte y el tiroteo que investigaba. Cuanto más se va adentrando en el asunto, más peligroso se vuelve.
Con estos ingredientes, que el guión va desarrollando y complicando lentamente, tenemos ya el señuelo para que permanezcamos frente a la pantalla, atrapados por la intriga y las sutiles amenazas que se van perfilando aquí y allá. La fórmula es bien conocida y su eficacia también. El problema, en este tipo de películas, reside a menudo en el final: cuantas más expectativas despierte el guión en nosotros, más fundamental resulta que el desenlace esté a la altura de las circunstancias. Y eso es a veces un obstáculo insalvable para muchos films. ¿Es este el caso? Pues en parte sí; y no porque el final no resulte plausible, sino más bien porque huele a un kilómetro de distancia a truco, a trampa para hacer un más difícil todavía, una guinda del pastel del todo innecesaria.
Pero en este caso, no solamente el final está por debajo del nivel, sino que el mismo desarrollo presenta pequeñas lagunas que van minando la película hasta dejarla como un mero pasatiempo, sin duda lejos de las promesas que parecía ofrecernos el cuidado reparto y la bella presentación.
En primer lugar, y tal vez sea una manía personal mía, detesto la manera de dirigir el film de Kevin Macdonald, con esa afectación en los enfoques y los movimientos de la cámara. Pienso que un buen director debe ser aquel que no se deja notar y que hasta en las secuencias más complicadas logra que estas nos parezcan naturales. Un buen director da el ambiente sin que apenas se note su contribución. Así será la historia en sí, los actores y los diálogos los que acapararán nuestra atención. En este caso, había escenas en que uno parecía tener que pelearse con los planos y encuadres para poder seguir la historia. No sé, será cuestión de "educación visual", pero los temblores de cámara, los planos forzados y los enfoques extraños no terminan de sentarle bien a mi estómago.
El reparto es sin duda lo mejorcito del film. Siento predilección por el señor Russell Crowe (si bien aquí no lo veo del todo natural, encorsetado en un prototipo de periodista muy visto) y aunque Ben Affleck no es Marlon Brando, da la imagen perfecta del hombre de éxito, atractivo y triunfador. Helen Mirren es una gran actriz, así como Jeff Daniels, si bien su presencia es más breve de lo que hubiera deseado. La jovencita Rachel McAdams cumple en su papel de ingenua novata. El resto, pues más de lo mismo: escasa participación, ya que Russell Crowe es la estrella absoluta y así se nota en cuanto a minutos en escena.
El problema es que los personajes secundarios, en especial el del congresista Stephen Collins por la importancia que tiene para la trama, se quedan en meros bocetos. Tal vez para dejar todo el protagonismo a la pareja de periodistas, tal vez. Pero no deja de ser un lastre para el film, que pierde en intensidad ante la indefinición de los personajes.
Otro lastre que le veo es por caer en múltiples tópicos, empezando por la ya citada imagen estereotipada del personaje del Russell Crowe y siguiendo con el tema de la amistad de Cal McCaffrey y el congresista (realmente no aporta gran cosa, salvo para "amueblar" algo más el film y dar un toque más sensiblero a algunas escenas); los amoríos del primero con la mujer del segundo; la pareja del veterano y la novata o la jefa inflexible; los periodistas presentados como héroes, etc, etc. Da la impresión que el camino fácil es siempre más tentador y de cara a la taquilla es siempre más rentable.
Con todo, las algo más de dos horas que dura la cinta se pasan bastante bien. Es un film que entretiene y aunque deja un cierto mal sabor de boca, es de esas pelis entretenidas que permiten pasar un rato agradable en el cine. La pena es, como decía al comienzo, que se oriente finalmente el film hacia la vertiende rosa, pasando por alto la interesante posibilidad de adentrarse en los entresijos corruptos de las finanzas y la política. Pero ese no era el objetivo de esta película. 

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