Ray (Taylor Hackford, 2004) es la vida del legendario Ray Charles, rodada precisamente el año de su muerte.
Filmar una biografía no es sencillo, para mí es uno de los géneros más complicados, pues no puedes inventar nada o fantasear, y más cuando se trata de alguien tan reciente y conocido, y el relato puede convertirse en una alabanza sosa y estereotipada, complaciente y fría. Sin embargo, Ray consigue realmente interesarnos y cautivarnos y el mérito es de un par de aciertos incuestionables.
El primero, por supuesto, la asombrosa interpretación de Jamie Foxx. No creo que sea nada sencillo interpretar a un hombre ciego y además con ciertos gestos, modo de andar, etc. muy característicos. Pero además, se trata de un músico y hay que saber interpretar como siente la música, como toca el piano. Y el resultado es sorprendente y colosal. Un Oscar más que merecido coronó un trabajo perfecto de Foxx.
El otro acierto de la película es retratar no solamente al artista, sino al hombre atormentado por la muerte de su hermano, al negro pobre al que su madre intenta salvar de la miseria a base de coraje y decisión. Esta parte de la película, los flash-back que van salpicando el ascenso de Ray como músico, así como los problemas con la droga y sus tormentosas relaciones con las mujeres, son sin duda lo mejor de la película.
Por otra parte, la factura del film es impecable en ambientación, fotografía, ritmo y, claro está, la música, que tiene la virtud de estar presente a lo largo de todo el film sin llegar a romper la narración en ningún momento.
Un segundo Oscar, esta vez al sonido, terminó de recompensar a esta buena película que trasmite una sensación de veracidad y que no se limita a ensalzar al músico, sino que busca descubrir a la persona, con sus luces y sus sombras.
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