El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

viernes, 16 de abril de 2010

Ray


Ray (Taylor Hackford, 2004) es la vida del legendario Ray Charles, rodada precisamente el año de su muerte.

Filmar una biografía no es sencillo, para mí es uno de los géneros más complicados, pues no puedes inventar nada o fantasear, y más cuando se trata de alguien tan reciente y conocido, y el relato puede convertirse en una alabanza sosa y estereotipada, complaciente y fría. Sin embargo, Ray consigue realmente interesarnos y cautivarnos y el mérito es de un par de aciertos incuestionables.

El primero, por supuesto, la asombrosa interpretación de Jamie Foxx. No creo que sea nada sencillo interpretar a un hombre ciego y además con ciertos gestos, modo de andar, etc. muy característicos. Pero además, se trata de un músico y hay que saber interpretar como siente la música, como toca el piano. Y el resultado es sorprendente y colosal. Un Oscar más que merecido coronó un trabajo perfecto de Foxx.

El otro acierto de la película es retratar no solamente al artista, sino al hombre atormentado por la muerte de su hermano, al negro pobre al que su madre intenta salvar de la miseria a base de coraje y decisión. Esta parte de la película, los flash-back que van salpicando el ascenso de Ray como músico, así como los problemas con la droga y sus tormentosas relaciones con las mujeres, son sin duda lo mejor de la película.

Por otra parte, la factura del film es impecable en ambientación, fotografía, ritmo y, claro está, la música, que tiene la virtud de estar presente a lo largo de todo el film sin llegar a romper la narración en ningún momento.

Un segundo Oscar, esta vez al sonido, terminó de recompensar a esta buena película que trasmite una sensación de veracidad y que no se limita a ensalzar al músico, sino que busca descubrir a la persona, con sus luces y sus sombras.

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