El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 7 de abril de 2010

Atrapado en el tiempo


Atrapado en el tiempo (Harold Ramis, 1993) nos lleva a Punxsutawney, pequeña localidad de Pensilvania, donde cada año, a comienzos de febrero, se celebra el Día de la Marmota, en que se intenta predecir la llegada de la primavera. Allí acude de mala gana Phil Connors (Bill Murray), hombre del tiempo de una cadena de televisión, para cubrir el evento, acompañado de la productora Rita (Andie MacDowell) y el cámara Larry (Chris Elliot). La llegada de una tormenta obliga al equipo a pernoctar en la ciudad.

El propio director es el co-guionista de esta comedia absurda que narra como un prepotente y malhumorado periodista se ve atrapado en un día de su vida que se repite sin fin cada mañana. Sorprendido, al principio intentará sacar partido de la situación en su propio beneficio. Más tarde, desesperado, buscará suicidarse aunque será inútil. Al fin, se decidirá a intentar seducir a su compañera de trabajo para terminar, finalmente, redimiéndose de su vida vacía y egoísta buscando ayudar a los demás y, de rebote, a sí mismo.

El film, salvando las distancias, podría relacionarse con las comedias clásicas norteamericanas bienintencionadas de las que el mejor ejemplo estaría en las obras de Frank Capra. Ni que decir tiene que Atrapado en el tiempo está bastante lejos de alcanzar la intensidad, la emoción y belleza de las películas de Capra. Quizá el argumento resulte algo predecible y repetitivo, con algunos momentos interesantes, pero sin nada realmente brillante. Lo mejor, sin duda, es asistir a la trasformación de un tipo odioso en una buena persona y es en los instantes en que la comedia adopta un tono más reflexivo y sincero cuando se alcanzan los mejores momentos de la historia.

Bill Murray es el centro de la historia y, a pesar de no ser un actor de mi agrado, realiza una muy buena interpretación.

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