El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 29 de abril de 2010

El último tango en París



Cuando vi esta película estaba bajo la inevitable influencia de ese halo de polémica en que estuvo envuelta desde su estreno, prohibido en la España de la época, defensora de no sé que moral trasnochada. No sé si fue entonces mi falta de experiencia, pero recuerdo que la película no me gustó y salí de la sala con un regusto amargo. Lo que no podía saber era que lo que había sucedido, lisa y llanamente, era que había pasado al lado del film, nadando por una superficie fría como el hielo sin haber sabido (o podido) sumergirme en todo lo que esa película llevaba en las entrañas.
No recuerdo los años que han pasado desde entonces. Pero son muchos. Los suficientes para haber madurado y haber acumulado experiencias y fracasos como para, desde el vago recuerdo que conservo del film, poder saborear ahora aquello que en su momento se me escapó.
Conviene, tal vez, antes de continuar con mis elucubraciones, repasar por encima algunos datos objetivos de este film que hoy, por desgracia, se ha quedado en una especie de limbo, semi olvidado tras la evidente caducidad de su sacudida inicial. 

La película, dirigida por Bernardo Bertolucci en 1972 dio a conocer a este joven director a causa del revuelo que produjo con su estreno. Tachada de pornográfica, adelantada a su tiempo y con el impresionante reclamo de todo un Marlon Brando al frente, el film fue como una especie de bofetada a la sociedad burguesa y provocó reacciones encendidas en numerosos paises.
Marlon Brando, un actor por el siento una admiración particular, hace uno de esos papeles que quedan ya para la posteridad como una obra de arte. Gran parte del éxito del film, de que funcione como algo verosímil, radica en la credibilidad y autenticidad que destila la interpretación de Brando. A su lado, la desconocida Maria Schneider logra mantener el tipo sin problemas.
En España, todavía en los últimos años del franquismo, la censura puso freno a algo tan descarado. Como suele suceder, ello despertó aún más curiosidad y una especie de sórdido peregrinaje a las salas de la vecina Francia.
Pero ¿cual era el argumento del film? Pues la relación pasional que surge entre un norteamericano maduro y una joven a punto de casarse que se conocen mientras visitan un piso en alquiler. Nacerá entonces una tórrida relación entre ellos basada exclusivamente en la atracción sexual y en la que deciden ocultarse hasta los nombres.
Aún ahora, cuando el recuerdo del film es borroso por los años trascurridos, la fuerza de la película es tal que sigo percibiendo y entendiendo lo que entonces me limité a ver como quién contempla un lienzo extraño pero poderoso.
Porque por encima de unas escenas fuertes para la época, el film se adentra en algo que nos atañe íntimamente: las relaciones entre un hombre y una mujer, solo que llevadas a unos extremos tales que no podemos permanecer impasibles. Es una sacudida a nuestra conciencia, a los valores tradicionales, incluso es una llamada de atención contra la rutina, contra la voracidad de costumbres y nombres. ¿Se puede amar de otra manera? ¿Podemos seguir siendo los mismos si renunciamos a lo que somos? ¿Se es más libre cuanto menos se posee y cuanto menos nos poseen?
Cada uno tendrá sus respuestas y no es mi meta dar aquí ninguna, casi ni pistas siquiera, porque he comprendido que la vida, la realidad, el amor y yo mismo no somos siempre del mismo color. He ido recorriendo caminos, cerrando puertas o abriendo senderos y en cada momento he visto un paisaje diferente, aquel que mi edad y mis circunstancias me permitían contemplar. Y lo que ahora comprendo tal vez sea un absurdo para mí dentro de un tiempo.
¿Qué busca el personaje de Brando? ¿Huye o persigue? Para mí, ambas cosas a la vez. Al ocultarse mútuamente con la joven sus identidades, él escapa de esa relación convencional que lleva invariablemente a la rutina de compartir esa vida que languidece en cada acera, en cada casa, en los salones confortables, en las tardes repetidas y los gestos. Se trata de escapar a la realidad de un nombre, de un pasado, de una historia de encuentros y adioses, de familias y recuerdos que nos condenan a repetirnos en cada encuentro. Solamente se abre la puerta a las pasiones, al intercambio de caricias y mordiscos, al gritar como animales, a juntarse la carne mientras se cierran las puertas a todo lo demás. ¿Eso nos hace más libres? En todo caso, intenta liberarse de sí mismo y dar sólo aquello más primitivo y más vivo. El personaje de Brando persigue una quimera, pero quizá es que ya no puede creer en nada más.
Sin embargo, ello casi reduce la relación a algo casi animal y si somos lo que hemos vivido, nuestras experiencias, nuestros recuerdos, nuestros fracasos y si renunciamos a ello, si nos despojamos de todo lo que somos ¿qué nos queda por ofrecer?
En todo caso, para ella, la relación comienza lentamente a ser insuficiente. Desea algo más. ¿Por amor, por necesidad de entregarle a ese extraño que es su amante algo más verdadero? ¿Hay algo más sincero que el sexo, menos "contaminado"?
Cada uno tendrá que buscar su camino. El film nos plantea uno, el del drama, el de una relación extraña que no puede superarse a sí misma. El de dos soledades que terminan por naufragar.
Sin embargo, se trata para mí de un film hermoso. Cualquiera que se haya enamorado y haya perdido se siente identificado con alguna frase o con una mirada ... y buscará la explicación que no aparece, porque no hay salida. Porque somos un enigma.
Y aún hay más. 

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