El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 21 de abril de 2010

Blade Runner





He aquí uno de esos films que han marcado historia y se ha convertido en poco tiempo en toda una referencia dentro del género de la ciencia-ficción. La razón, sin lugar a dudas, hay que buscarla en el apartado técnico de la película y en especial a la ambientación: la lluvia constante, la ciudad futurista y no obstante decrépita, los carteles publicitarios con sus luces en cada esquina, el ambiente sórdido de algunas calles que recuerda a ciertos elementos típicos del cine negro, las calles llenas de gente y de vehículos..., sin olvidar la maravillosa banda sonora de Vangelis. Todos estos elementos han convertido a Blade Runner (Ridley Scott, 1982) en una referencia casi insalvable para multitud de obras posteriores. Es de esos films que ya nacen siendo clásicos.

Pero no hubiera bastado todo lo anteriormente dicho para que incluyera este film en mi lista de pequeñas maravillas del cine. Hay algo más que convierte a 
Blade Runner en una película completa, y es la reflexión tan lúcida y tan conmovedora que plantea acerca del deseo de vivir de unos androides. Toda una reflexión filosófica y ética dentro de un género que, por lo general, se plantea más bien como mero entretenimiento con algún toque seudo-científico.

Los Replicantes de la serie Nexus 6 son tan perfectos que hasta albergan deseos tan humanos como el querer gozar de más años de vida y se revelan ante su creador al igual que los creyentes imploran a sus dioses la gracia de un día más en la tierra.

Y de esta manera, los androides (en teoría desempeñan el rol de "malos" de la película) se van revelando poco a poco como los personajes más humanos de la historia y su horror ante la proximidad de su "fecha de caducidad" se hace no solo comprensible, sino que nos pone de su parte ante la fría realidad de su irrevocable fecha de caducidad. ¿Qué haríamos nosostros si el día de nuestra defunción estuviera escrito de antemano?.

Pero hay incluso algo más: y es la nobleza, la generosidad, el tremendo amor a la vida del personaje magistralmente interpretado por Rutger Hauer en el instante en que decide no matar a su cazador (Harrison Ford) como regalo final a la vida.

Creo que, finalmente, lo que hace que esta película resulte tan especial es que, a pesar de reflejar un futuro inexistente, tiene la cualidad de presentarlo de manera realmente creíble.

Dejemos que sea el propio Rutger Hauer el que ponga la frase de despedida, no se me ocurre nada más hermoso para cerrar este artículo:

"He visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir..."

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