El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 9 de mayo de 2010

2001: Una odisea del espacio



En los comienzos del mundo, una tribu de homínidos descubre un extraño monolito, tras lo cuál aprende el uso de los huesos como armas. En el año 2001, el monolito vuelve a aparecer en la Luna.
Película mítica en la historia del género, marcando un antes y un después en el mismo. Se puede decir que, gracias a esta obra, la ciencia ficción alcanza la mayoría de edad. Kubrick demuestra que el género puede servir como vehículo para expresar cualquier tipo de reflexiones y no sólo como mero producto de entretenimiento.
Lo primero que me llama la atención es el año de realización: 1968. Resulta casi increíble pensar que un film tan innovador y tan "moderno" tenga tal fecha de nacimiento. Porque una de las características más sorprendentes de la película es su absoluta vigencia en el plano estético, mostrando una frescura que resiste el paso del tiempo sin coger ni una arruga.
Esta es sin duda una de las características más fácilmente reconocibles de este director: el minucioso trabajo "visual" de sus films. Pero aquí reside también una de las pegas que se pueden plantear a su filmografía, y es que las formas acaban por "devorar" a veces el contenido. Si repasamos algunos films de Kubrick, vemos dos elementos que se repiten constantemente: un cuidado minucioso de la puesta en escena a nivel estético y el acompañamiento de las imágenes por conocidas e impactantes partituras musicales, en especial recurriendo a conocidas obras de música clásica. Es el caso de esta película, con la hermosísima "Así habló Zaratustra" de Richard Strauss, pero también de La naranja mecánica o Barry Lindon por ejemplo.
En este caso el problema forma-fondo se revela muy claramente, con un guión que deja abiertas las puertas a múltiples interpretaciones acerca del significado del misterioso monolito. Tenemos total libertad de interpretación, pues es evidente que los guionistas (el propio Kubrick y Arthur C. Clark, que escribió el relato corto en que se basa la película) obtaron por dejar el tema sin aclarar, permitiendo cualquier cábala por parte de los espectadores. Kubrick no da respuestas.
Quizá más interesante sea la reflexión planteada acerca del progreso con la presencia del ordenador HAL, dotado de sentimientos humanos. ¿Es el progreso siempre algo beneficioso para el ser humano?, ¿podemos controlarlo todo o nuestra carrera tecnológica se nos escapa de las manos?. He aquí, desde mi punto de vista, una cuestión fundamental que plantea la película, y de una vigencia absoluta, ante la que el dilema del monolito me parece secundario. De hecho, de las tres partes del film (los homínidos, el viaje a Júpiter del Discovery y el pasaje final del protagonista con la muerte-resurrección), es la central la más interesante y rica de todas desde el punto de vista de invitar a la reflexión.
En todo caso, creo que se trata de una película imprescindible; un film cargado de escenas de una belleza sorprendente, incluso poéticas, donde la solemnidad, la pureza de las imágenes, la sobrecogedora belleza de "Así Habló Zaratustra" componen una obra formalmente portentosa y que sólo por esta perfección formal merece ya un lugar destacado en la historia del cine.
La película ganó el Oscar a los efectos especiales.
Una curiosidad: el nombre Hal de la computadora proviene de "restar" una letra a las que forman I B M. 

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