Dirección: Frank Capra.
Guión: Robert Riskin (Historia: Richard Connell y Robert Presnell Sr.).
Música: Dimitri Tiomkin.
Fotografía: Georges Barnes.
Reparto: Gary Cooper, Barbara Stanwyck, Edward Arnold, Walter Brennan, James Gleason, Ann Doran.
De nuevo Gary Cooper a las órdenes de Frank Capra. Pero en esta ocasión, Capra cambia de registro. Abandona la comedia, si bien el film posee momentos distendidos (como la maravillosa escena del partido de beisbol imaginado), y se decanta abiertamente por el drama. Y la verdad es que, aún conservando la esencia de su cine, Juan Nadie (1941) no logra llegar a la cima de otras obras del director.
Un magnate compra un periódico en crisis y se propone convertirlo en un negocio rentable. Para ello, a demás de despedir a bastantes empleados, decide darle un giro más sensacionalista al diario. Una periodista a la que acaban de notificar el despido, decide dejar un artículo dramático como su última colaboración con el periódico. Pero resulta que el artículo tiene tanto éxito que tendrá que seguir alimentando la farsa que ha inventado.
La película está en la línea del universo de Capra, cargada de buenas intenciones, con un mucho de utopía y bastantes gotas de patriotismo. De nuevo se ensalza al pueblo llano, al ciudadano medio, como base de la grandeza de un país. Otra vez tenemos el mensaje de amor, amistad, ayuda al prójimo y caridad como motores hacia una sociedad más justa y más feliz.
A la vez, muestra la debilidad también de esa masa de ciudadanos, susceptibles de ser fácilmente manipulables por los poderes como la prensa o los políticos. La prensa será duramente vapuleada, criticando que se venda por dinero y falsee la realidad mintiendo y engañando. La otra víctima de sus ataques será la clase política. También puede hacerse otra lectura más: el ataque hacia los totalitarismos (era la época del fascismo, el nazismo y el comunismo en Europa), capaces de reprimir al pueblo y someterlo a sus intereses. Así pues, indirectamente, se defiende a capa y espada la democracia estadounidense como única capaz de asegurar las libertades.
La historia se pierde un poco en estos asuntos mayores y lo que solía ser la fuerza de los relatos de Capra, un guión soberbio y agudo, deja paso a una mayor preponderancia de los discursos grandilocuentes y una trama que no deja de resultar demasiado increíble. Al tiempo, los personajes se diluyen un poco y no consiguen el carisma de otras películas del director.
Aún así, el reparto es sobresaliente, con un siempre soberbio Walter Brenan y el siempre eficaz Edward Arnold, colaborador con Capra en dos películas más, sin olvidarnos de Barbara Stanwyck, naturalmente.
Así pues, Juan Nadie no alcanza la intensidad y la emoción de otros trabajos de Capra, pero aún así lleva su sello, los cuál es ya una buena recomendación para verla.
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