El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 9 de mayo de 2010

Juan Nadie




Dirección: Frank Capra.
Guión: Robert Riskin (Historia: Richard Connell y Robert Presnell Sr.).
Música: Dimitri Tiomkin.
Fotografía: Georges Barnes.
Reparto: Gary Cooper, Barbara Stanwyck, Edward Arnold, Walter Brennan, James Gleason, Ann Doran.

De nuevo Gary Cooper a las órdenes de Frank Capra. Pero en esta ocasión, Capra cambia de registro. Abandona la comedia, si bien el film posee momentos distendidos (como la maravillosa escena del partido de beisbol imaginado), y se decanta abiertamente por el drama. Y la verdad es que, aún conservando la esencia de su cine, Juan Nadie (1941) no logra llegar a la cima de otras obras del director.

Un magnate compra un periódico en crisis y se propone convertirlo en un negocio rentable. Para ello, a demás de despedir a bastantes empleados, decide darle un giro más sensacionalista al diario. Una periodista a la que acaban de notificar el despido, decide dejar un artículo dramático como su última colaboración con el periódico. Pero resulta que el artículo tiene tanto éxito que tendrá que seguir alimentando la farsa que ha inventado.

La película está en la línea del universo de Capra, cargada de buenas intenciones, con un mucho de utopía y bastantes gotas de patriotismo. De nuevo se ensalza al pueblo llano, al ciudadano medio, como base de la grandeza de un país. Otra vez tenemos el mensaje de amor, amistad, ayuda al prójimo y caridad como motores hacia una sociedad más justa y más feliz.

A la vez, muestra la debilidad también de esa masa de ciudadanos, susceptibles de ser fácilmente manipulables por los poderes como la prensa o los políticos. La prensa será duramente vapuleada, criticando que se venda por dinero y falsee la realidad mintiendo y engañando. La otra víctima de sus ataques será la clase política. También puede hacerse otra lectura más: el ataque hacia los totalitarismos (era la época del fascismo, el nazismo y el comunismo en Europa), capaces de reprimir al pueblo y someterlo a sus intereses. Así pues, indirectamente, se defiende a capa y espada la democracia estadounidense como única capaz de asegurar las libertades.

La historia se pierde un poco en estos asuntos mayores y lo que solía ser la fuerza de los relatos de Capra, un guión soberbio y agudo, deja paso a una mayor preponderancia de los discursos grandilocuentes y una trama que no deja de resultar demasiado increíble. Al tiempo, los personajes se diluyen un poco y no consiguen el carisma de otras películas del director.

Aún así, el reparto es sobresaliente, con un siempre soberbio Walter Brenan y el siempre eficaz Edward Arnold, colaborador con Capra en dos películas más, sin olvidarnos de Barbara Stanwyck, naturalmente.

Así pues, Juan Nadie no alcanza la intensidad y la emoción de otros trabajos de Capra, pero aún así lleva su sello, los cuál es ya una buena recomendación para verla.

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