El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 2 de mayo de 2010

Ice Age. La Edad de Hielo



En principio, aclarar que no soy un fan del cine de dibujos. Además, algunos estrenos de los últimos años que he visto a medias me han parecido bastante pobres en cuanto al argumento algunos, oportunistas otros y descaradamente comerciales la mayoría. Nostálgico que es uno pero, a menudo, siento predilección por los largometrajes de mi infancia.
Entrando ya en materia, Ice Age. La Edad de Hielo (2002) supuso en su momento un intento de la Fox por sumarse al carro de los films de animación por ordenador, quizá al amparo de éxitos tan sonados como Shrek o El rey león.
La ventaja de estos films de dibujos es evidente: encuentran siempre su público, los niños, que son los espectadores más fieles y fáciles de contentar. Basta con analizar las cifras tanto de espectadores como de recaudación (aquí añadiremos todo el negocio de venta de subproductos de la película) para ver el jugoso pastel que se les ofrece a las compañías.
La película nos narra las peripecias de un mamut (Manfred), un oso perezoso (Sid) y un tigre dientes de sable (Diego) para devolver a un bebé humano a su tribu, de donde se vio arrebatado precisamente por el ataque de una manada de dientes de sable de la que formaba parte Diego. Y éste, en un primer momento, en realidad, lo que pretende es capturar al niño para llevárselo como trofeo al líder de su manada.
Bajo un guión realmente sencillo y no exento de tópicos (como el rechazo inicial de Manfred a soportar la compañía de Sid, aunque acabará por ayudarlo "obligado" por su tremenda bondad interior) estamos ante un cuento sobre la amistad, la camaradería y el valor. No sé si las conclusiones que he sacado del film son quizá un tanto exageradas, aunque creo que siempre se pueden sacar lecciones de cualquier manifestación artística honesta, aunque vaya orientada a niños y su primordial utilidad sea la de entretener.
Así, a lo largo del film asistimos a la trasformación de Diego, en principio un depredador frío y sanguinario, y como acaba sintiendo afecto por el bebé y por sus compañeros de viaje. El tigre comprenderá que su fidelidad a su manada carece de sentido y que lo único que lo une a ellos es pertenecer a la misma especie; pero la verdadera amistad, el sacrificio y el coraje de arriesgar la vida por ayudarlo lo encuentra en esos compañeros de viaje que le muestran en donde reside lo más importante de todo. El esquema corresponde a una especia de road-movie, pero en la prehistoria. Más que un viaje físico, se trata de un viaje interior, pero que también transformará al resto de viajeros.
En este sentido, Manfred aparece desde el principio como un animal solitario y bastante arisco con Sid, que en el papel del gracioso del grupo es un oso despreciado por los suyos por su carácter perezoso. Más adelante comprendemos el porqué de esa actitud de Manfred en, para mí, la secuencia más hermosa de todo el film y que por sí sola ya justifica ver esta película: en una cueva, nuestros amigos descubren unas pinturas de mamuts que provocan en Manfred una evocación de su vida familiar. Sin palabras, como en la tradición de los mejores momentos del cine mudo, asistimos a una escena cargada de ternura y dramatismo, que nos revela en unos segundos la dolorosa y forzada soledad de ese grandullón con el corazón triturado (además de mostrarnos la estupenda labor de documentación de los guionistas acerca de las técnicas de caza en la prehistoria). Es un momento único, contado con gran sencillez y economía de recursos, pero que precisamente por ello se nos presenta cargado de sentido y tremendamente conmovedor.
Sin embargo, no olvidemos que se trata de un film para niños, por lo que lo que predomina en la película son los momentos divertidos, unidos a las habituales escenas de peligro que constituyen el eje motriz de la historia. Otro detalle divertido y lo más original sin duda del film (que, todo sea dicho, no se caracteriza por un derroche de originalidad) es la presencia de ese animalito (recuerda a una ardilla) obsesionado con una bellota que vemos al comienzo del film y que sigue apareciendo ocasionalmente como un leitmotiv curioso y simpático.
No se trata, en realidad, de una obra que vaya a perdurar en la memoria colectiva como un prodigio de originalidad, ni siquiera la animación es todo lo convincente que debiera (en especial en el caso de los personajes humanos, con unos movimientos muy poco fluidos, lo que resulta algo extraño, pues la animación de los animales resulta bastante más natural), pero es de esos films a los que, por algo quizá secundario o anecdótico, acabo por cogerles cariño de manera un tanto personal.
En todo caso, recomiendo verlo, mejor acompañado de algún niño, pues la manera que tienen de vivir estos films justifica por sí solo el verlos. 

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