El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 11 de mayo de 2010

La ventana indiscreta


Un fotógrafo (James Stewart) que se ha roto una pierna y debe permanecer en su apartamento hasta recuperarse. Por aburrimiento, se dedica a observar a sus vecinos. De pronto, comienza a sospechar que uno de ellos ha matado a su esposa y aunque nada parece confirmar sus sospechas, él insiste en su teoría y buscará la manera de demostrar que está en lo cierto.
La ventana indiscreta (1954), una de las obras cumbres de Hitchcock, es el retrato de un mirón, un curioso que se divierte fisgoneando la vida de los demás. ¡Como todos!, todos somos "voyeurs", es la naturaleza humana. Por eso entendemos tan bien al protagonista, nunca llegamos a censurarlo, pues inconscientemente nos damos cuenta que haríamos lo mismo. Por eso nos gusta la película, porque podemos espiar a través de los ojos de otra persona, sin remordimientos; porque James Stewart está representando al espectador. Lo que vemos del vecindario lo vemos a través de sus ojos.
Pero a parte de este retrato, Hitchcock nos cuenta otras muchas historias: una por cada ventana del patio, además de la propia historia que se desarrolla en el apartamento entre Jeff y su novia Lisa, un romance también cargado de tensión e incertidumbre. Y cada una va desarrollándose paralelamente a la central, lo que da una dimensión completa a la película. Sin estas pequeñas historias la película estaría vacía. Ya que sin duda, el punto fuerte de la película es un guión preciso, bien construido y muy rico en detalles y frases. Es un trabajo soberbio que da una base firme para que la habilidad narrativa de Hitchcock viaje sobre un terreno sólido.
Quizá una de las secuencias más hermosas y que explica perfectamente lo que Hitchcock quería que fuera el cine, su cine, es la del comienzo, cuando la cámara nos presenta al protagonista y su estado: se ve el patio, luego el rostro sudoroso de James Stewart, la pierna escayolada, una cámara de fotos rota y una foto de un accidente de coches de carreras. Sin una sola palabra ya sabemos que Stewart es fotógrafo, tuvo un accidente fotografiando una carrera de coches fruto del cuál se rompió una pierna; ¡ah! y estamos en verano. ¡Soberbio!. Se trata de usar las herramientas que el cine pone a su disposición, como es la imagen, para explicar la mayor cantidad posible de cosas sin tener que recurrir constantemente a la palabra. Lo que se ve se recuerda mejor que lo que se escucha en una película. Esto es cine es estado puro, que la imagen sea la que "cuente" por encima de todo, algo que se había logrado con el cine mudo pero que la aparición del sonido había atrofiado.
La ventana indiscreta tiene a su favor además un magnífico reparto. James Stewart es siempre una garantía. A su lado tenemos a una encantadora Grace Kelly, que llena la pantalla con su presencia de una manera portentosa. Su elegancia natural, su belleza, su glamour son del todo naturales, lo que cuadra a la perfección con su personaje. Tanto James Stewart como Grace Kelly desprenden un encanto especial. Es difícil imaginar el film con otros protagonistas. No me gustaría olvidarme de Thelma Ritter, la enfermera, que también está perfecta en su papel. 
Una película maravillosa, una lección de cine llena de intriga y de emoción. Pocas veces le quedó a Hitchcock un film tan redondo. Una obra de arte.

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