El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

viernes, 21 de mayo de 2010

Cadena perpetua



Dirección: Frank Darabont.
Guión: Frank Darabont (Relato: Stephen King).
Música: Thomas Newman.
Fotografía: Roger Deakins.
Reparto: Tim Robins, Morgan Freeman, Bob Gunton, James Whitmore, Gil Bellows, William Sadler, Mark Rolston, Clancy Brown, David Proval, Jeffrey DeMunn, Jude Ciccolella, Don McManus, Alfonso Freeman.

De nuevo estamos ante otra adaptación de una obra de Stephen King. Han sido muchas de ellas las que se han llevado al cine, sobre todo de terror. Pero este no es el caso ahora. Cadena perpetua (Frank Darabont, 1994) es una adaptación de otro tipo de relato, en concreto de uno titulado "Rita Hayworth y la redención de Shawshank", que nos cuenta como un empleado de banca, Andy Dufresne (Tim Robbins), es acusado y condenado por el asesinato de su esposa y su amante y encerrado en la prisión Shawshank de por vida. Allí conoce y se hace amigo de Red (Morgan Freeman), otro condenado que le ayudará a integrarse en la prisión. Pero será el talento de Andy en el terreno de las finanzas el que le haga ganarse el respeto de los guardias y hasta del director de la cárcel.

Cadena perpetua sorprendió el año de su estreno al conseguir siete nominaciones al Oscar. Al final, la vencedora ese año fue Forrest Gump y Cadena perpetua se fue de vació. Pero el paso de los años no ha hecho sino poner de relieve las grandes cualidades de esta obra, escrita y dirigida por un novato entonces, que se ha ido haciendo con un lugar de honor en el cine contemporáneo.

Sin duda, la historia representa una dura y certera crítica al sistema carcelario: a su crueldad, a la impunidad que reina entre sus muros, a la humillación constante. Está claro que los presos no son, habitualmente, como se presenta aquí a algunos. Pero tampoco resulta demasiado importante. Porque el verdadero tema de Cadena perpetua es la amistad y también la esperanza; es un cuento sobre la lucha por la vida del ser humano sometido a las más duras adversidades. De cómo siempre una persona puede conservar ciertos valores y ciertas aspiraciones y convertirlas en su tabla de salvación, frente al derrotista que parece rendirse antes de tiempo.

Un bonito mensaje, pero lo que le da a esta película sus galones, lo que la hace realmente hermosa y conmovedora son otras cosas. Por un lado, y esto es evidente, la magnífica interpretación de Tim Robbins, absolutamente colosal. A su lado, Morgan Freeman, sobresaliente como siempre y que es quién relata la historia con una voz en off que realza el relato y logra momentos verdaderamente emotivos. Junto al buen hacer de los actores, Frank Darabont dirige la película de una manera prodigiosa, a base de un ritmo lento, solemne, que nos permite recrearnos sin prisas en los diálogos (prodigiosos muchos de ellos), las miradas, los encuadres. Y, de pronto, nos regala además algunas escenas sorprendentes y muy hermosas. En especial, me gustaría recordar aquella en que Andy pone en el tocadiscos "Las bodas de Fígaro" para disfrute de todo el personal de la prisión. Es uno de los momentos más expresivos y hermosos de la película.

Sin duda, Cadena perpetua es una gran película, con un guión muy bien trabajado, que nos reconcilia con el buen cine de siempre, ese que intenta contarnos algo y que logra conmovernos en el intento.

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