El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 9 de mayo de 2010

El secreto de vivir



Dirección: Frank Capra.
Guión: Robert Riskin.
Música: Howard Jackson.
Fotografía: Joseph Walker.
Reparto: Gary Cooper, Jean Arthur, George Bancroft, Lionel Stander, Raymond Walburn, H.B. Warner, Douglas Dumbrille.

El secreto de vivir (Frank Capra, 1936) es una más de esas comedias amables de este director, donde se reivindican los aquellos valores más nobles del ser humano. El protagonista es un hombre sencillo, de pueblo, ajeno a la corrupción y las manipulaciones de las gentes de las grandes ciudades. En el fondo, se trata de contraponer las virtudes de la gente sencilla frente a los males del desarrollo, explicado de manera admirable en la frase del protagonista donde recuerda que se han construido grandes edificios, pero se han olvidado de crear caballeros que los habiten.

Longfellow Deeds (Gary Cooper), al heredar veinte millones de dólares de un tío suyo fallecido, será asediado por los oportunistas de turno que, presumiendo que se trata de un aldeano inocente y no muy espabilado, tratarán de estafarlo por todos los medios a su alcance. Está claro que no lo conseguirán y que la bondad y sencillez de este hombre no está exenta de una inteligencia natural basada en el sentido común. Sin embargo, ante al amor, Longfellow estará más indefenso que un niño.

El secreto de vivir contiene todas las claves típicas de las comedias de Capra. Por lo tanto, sabemos desde el principio lo que va a suceder: las vicisitudes de un hombre injustamente tratado y una redención por la honradez, la amistad, la generosidad y el amor. El mundo que dibuja Capra es irreal e idílico, improbable e infantil y, a pesar de todo, es un mundo hermoso y conmovedor.

¿Dónde está pues la clave?, ¿cuál es el secreto para que, comedia tras comedia, Capra siga emocionando al espectador, incluso en los tiempos actuales? La clave está en la genialidad de los detalles. La historia es predecible, sabemos que nada malo puede sucederle a un hombre bueno, comprendemos que la historia no es más que un amable cuento, pero Capra le da vida a base de pequeños detalles, de frases colosales, de personajes entrañables y se situaciones que de tan fantásticas se convierten en maravillosas.

Toda la película es una sucesión de detalles que van dibujando al personaje principal y creando el clima idóneo para un final espectacular. La larga escena del juicio, que bien pensado es ridículo de principio a fin, es la traca final donde Capra suelta la munición pesada. Primero, llevando al protagonista, paso a paso, hasta el borde de un precipicio y, después, lograr la salvación con los mejores y más brillantes momentos del film. Colosal la presencia de las ancianas vecinas de Longfellow y su teoría sobre los duendes; genial como Gary Cooper, siempre con esa naturalidad tan suya, desmonta las teorías acerca de su locura y, finalmente, la apoteosis del triunfo, equivalente de la aparición del 7º de Caballería en las películas de mi infancia. La receta de Capra es de una sencillez asombrosa, pero se basa en algo muy difícil de imitar: el talento a manos llenas para amueblar un relato sencillo pero de una efectividad incuestionable.

El secreto de vivir es un film grande porque es sencillo y porque está repleto de detalles brillantes y frases soberbias y porque nos muestra un paraíso con el que todos hemos soñado alguna vez.

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