El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 9 de mayo de 2010

Notting Hill



Dirección: Roger Michell.
Guión: Richard Curtis.
Música: Trevor Jones.
Fotografía: Michael Coulter.
Reparto: Julia Roberts, Hugh Grant, Hugh Bonneville, Rhys Ifans, Emma Chambers, James Dreyfus, Tim McInnerny, Gina McKee, Dylan Moran, Alec Baldwin, Matthew Modine.

William es dueño de una pequeña librería en el barrio londinense de Notting Hill especializada en libros de viajes. Un día, Anna Scott, famosa actriz de cine, entra en su tienda. El destino hace que vuelvan a tropezar poco después en la calle.

La primera vez que vi Notting Hill (1999) no me resultó una comedia especialmente inspirada. En parte porque la atracción entre una famosa actriz y un ciudadano de a pie me parecía realmente improbable.

Sin embargo, con el paso del tiempo y nuevos visionados, he empezado a ver los atractivos de la cinta, que son muchos, y de alguna manera se ha ganado un sitio de privilegio entre mis comedias románticas preferidas.

Sin duda, gran parte de la culpa la tiene Julia Roberts, una actriz maravillosa que parece nacida para este tipo de papeles. Su naturalidad, su dulzura y una sonrisa llena de luz la convierten en una delicia y hacen plausible cualquier argumento, por curioso que sea. En este caso, Julia Roberts consigue hacer creíble que una actriz rica y famosa se enamore de William, un modesto librero. Lo que lo hace perfectamente asumible es que el personaje de Julia nos convence del peso de la fama, de las relaciones superficiales, la atadura de la prensa, las obligaciones contractuales. De ahí que resulte del todo asumible que de repente se encuentre atraída por todo lo que no se parece a su mundo habitual, por un chico sencillo, simpático y algo torpe, tímido pero encantador con el que puede ser ella misma y disfrutar de una cena entre amigos y un paseo íntimo sin que nadie la moleste.

Hugh Grant además me parece también el actor idóneo para el papel, pues tiene el atractivo suficiente para que la atracción de la actriz hacia él funcione.

Es verdad que el argumento no se despega del típico juego de atracción, conflicto, separación y reconciliación, algo casi ineludible en este género, pero lo importante es cómo el guión va cubriendo esas etapas con absoluta precisión, llenando la historia de momentos realmente hermosos, como la cena de Anna con los amigos de William, un momento realmente logrado cargado de ternura y emotividad conseguidas de manera sencilla, precisa y encantadora.

Además, la comedia se adorna con personajes con personalidad propia, como el compañero de piso de William, Spike (Rhys Ifans), con el que se cargan tal vez un poco las tintas, pero sin exagerar, o Money (Emma Chambers), la hermana de William, encantadora en su extravagancia y espontaneidad, o Bella (Gina McKee), antigua novia de William y su conmovedora confesión de que no puede tener hijos. Son pequeños adornos que funciona maravillosamente, creando un ambiente tan entrañable que entendemos que Anna se sienta a gusto, lejos de la fama, siendo parte anónima de un pequeño grupo de gente normal.

A todo ello hay que añadir una banda sonora maravillosa, con temas tan dulces como She, Ain't No Sunshine o When You Kay Nothing At All, remarcando con precisión los momentos más significativos.

Al final, lo que funciona es que el tratamiento de la historia de amor tan improbable se hace con inteligencia, convirtiéndola en un hermoso canto al amor sencillo, entre seres de carne y hueso que se sienten cercanos a nosotros. Terminamos olvidando la profesión Anna y solamente nos centramos en la tracción entre dos personas que se quieren y se necesitan. 

Puede que no sea una película demasiado original, pero Roger Michell consigue que funcione con una interesante mezcla de sensibilidad, hermosas escenas, personajes entrañables y no exagerar el tono cómico, haciendo que las piezas encajen y se complementen en un conjunto que funciona y que nos deja una sensación de felicidad innegable.

Además, la sonrisa de Julia Roberts me recuerda a la de mi Inés, lo que convierte a esta película algo maravilloso.
 

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