El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 2 de mayo de 2010

Match point



He ido al cine para ver la última película de Woody Allen. Y es que este director ha logrado que la gente vaya a ver "sus" películas, lo cual dice muchísimo en favor de este director de cine. Y aquí es donde comienzan los problemas con Match Point (2005).
Porque me da la impresión que cualquiera hubiera podido filmar este largometraje; quiero decir que, comparado con otros films suyos, esta película me parece bastante impersonal. Hace tiempo que he dejado de seguir la carrera de este director, no sé por tanto si sus últimas películas están en la línea de esta; pero en comparación con los films de hace veinte años del señor Allen, encuentro que éste carece de ese sello tan personal que impregnaba sus obras. Y no se debe a que Allen se limite a dirigir en esta ocasión, sin aparecer en pantalla, o al hecho de que la acción se desarrolle en Inglaterra y no en "su" Manhattan. Me temo que los tiros van por otro lado.
Allen nos traza el retrato de un antiguo jugador profesional de tenis, Chris Wilton, que se gana la vida dando clases de tenis a adinerados miembros de un selecto club de Londres. Gracias a ese trabajo conoce a una joven de buena familia que le permitirá alcanzar una envidiable posición social y profesional.
Nada más comenzar, Allen (en el detalle más personal de toda la cinta) nos situa ante la acción: la vida está sujeta a las fuerzas del destino, la suerte, el azar, la casualidad, en mucha mayor medida de lo que muchos desearían. Esta es la tesis, el planteamiento inicial. Suponemos que el film, por tanto, será la demostración de dicha tesis. Y en cierta medida, así es. Sin embargo, parece que la propia historia de amor adúltero acaba por cobrar total protagonismo y "oscurece" el que parecía último sentido del film. Porque esta historia pasional no se presenta como consecuencia del azar, sino fruto de un irreflenable deseo sexual que arrastra a nuestro protagonista; es decir, un acto deseado y perseguido conscientemente y no algo puramente fortuito.
Así pues, si bien el interesante planteamiento inicial sobre el papel del azar en nuestras vidas no se deja del todo de lado (un anillo que casualmente no acaba en el fondo del Támesis viene a corroborrar que la tesis se aborda e intenta demostrar a lo largo del film), si que se diluye bastante al contacto con la explosiva y sensual Scarlett Johansson, sin duda un gran acierto del director al elegir a esta mujer para el papel de reina de la tentación. Y es del lado del reparto donde Allen se muestra más acertado. Junto a Scarlett, Allen elige a Jonathan Rhys Meyers para el papel protagonista, actor perfecto a la hora de encarnar a un personaje lleno de aristas, atormentado, encantador, mentiroso..., matices que consigue trasmitirnos con una asombrosa y contenida interpretación, sin excesos ni aspavientos, a lo que contribuye esa mirada fría e inquietante, que a veces le da un aire ausente y misterioso.
Y ese aire misterioso es lo que confiere un matiz muy curioso al personaje protagonista. Porque desde mi punto de vista, si bien una vez alcanzado el éxito, Chris (Jonathan Rhys Meyers) se resiste a perder su posición, su ascenso no está claro que sea fruto de una ambición desmedida. Más bien, aparte de sus innegables "talentos", sí que parece algo azaroso. Lo que quizá sí que provoca, finalmente, esa indefinición (presumiblemente intencionada) del personaje de Chris y sus motivaciones, es dejarnos algo insensibles con lo que le sucede. Ni llegamos a identificarnos con lo que le sucede ni a detestarlo, con lo que asistimos (al menos yo) algo indiferentes a sus tribulaciones. Aquí reside, para mí, el principal defecto de la película.
Sin embargo, como Allen es un director con muchos años de oficio, cargado de experiencia, no podemos hablar de una mala película. Me gusta especialmente el aire reposado de todo el film, sin dramatismos exagerados, casi flemático, muy acorde con el rodaje en Inglaterra (lo cual no sé si es algo casual o buscado conscientemente). Sin embargo, en algunos momentos me pareció ver ciertas transiciones entre secuencias algo bruscas o escenas completamente superfluas, como si se hubieran colado en el proceso de montaje de manera involuntaria (esto no deja de ser una apreciaciación completamente personal de alguien que carece de conocimientos técnicos en la materia).
Aunque la película cuenta con un final atípico, en el que la justicia terrenal parece errar, sorprender encontarnos a un Allen bastante moralista al final de la película, anunciando una justicia divina final implacable que, a mí, no me acaba de convencer. La escena de las "aparecidas" y su advertencia de "ya lo pagarás de alguna manera", "¿por qué yo si era inocente?" no aporta realmente nada y parece algo forzada.
A pesar de todo, creo que es un film más que correcto. Bien narrado, lleno de matices, con una trama que favorece el debate, bien interpretado, dirigido con muy buen gusto e innegable elegancia..., vamos, una película digna, si bien carente de ese toque personal, incluso genial en ocasiones, que Allen a veces logra trasmitirnos.

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