El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 9 de mayo de 2010

The hole


Cuatro estudiantes de un elitista colegio británico desaperecen sin dejar rastro. Dos semanas más tarde, Liz (Thora Birch), una de ellos, aparece de repente y cuenta que se habían quedado encerrados en un bunker subterráneo.
The hole (Nick Hamm, 2001) arranca con un interesante planteamiento, pues sólo a través de la versión de Liz podremos conocer lo que realmente ha sucedido en ese bunker. Así la historia se va reconstruyendo a partir de su relato o, mejor dicho, de sus relatos, pues en realidad nos cuenta la historia de dos maneras diferentes. La primera se adivina en seguida como falsa, lo que da lugar a cierta expectación por llegar a conocer exactamente lo sucedido.
Para no desvelar de golpe parte de la trama, el guión nos oculta desde el principio la suerte de los jóvenes; sólo se dice literalmente que "han aparecido" por fin. Vemos pues como lo que el director pretender desde el principio es ocultarnos datos esenciales para mantenernos intrigados el mayor tiempo posible. Una vez vista la película se entiende que ésta es la única forma posible de abordar la trama.
Hasta aquí, nada que reprochar. Lo siguiente es ya más complicado: mantener nuestro interés desde el momento en que se revela como inexacta la primera versión de lo sucedido. Y es entonces cuando la película comienza a flaquear. Es de nuevo por culpa de un guión poco trabajado, que se limita a un relato superficial de los hechos y un tratamiento poco profundo de los personajes.
La historia transcurre así sin llegar a cautivarnos, no nos conmueven unos personajes de los que apenas sabemos nada; incluso lo poco que podemos adivinar sobre ellos queda relativizado por el planteamiento inicial de Hamm: como conocemos la historia exclusivamente a través de los ojos de Liz y al saber ya que su primera versión de los hechos no es real, ello siembra dudas sobre la veracidad del resto (por ejemplo,en esa primera versión conocemos a una Liz cándida y sencilla, pero en la segunda aparece como una chica frívola y superficial, con lo que dudamos ya de la verdadera personalidad de todos los personajes).
Cuando llegamos realmente a conocer a Liz, sus motivaciones y sus miserias, es realmente tarde; nos encontramos al final ya de una historia que se volvió poco a poco bastante previsible y por la que hemos pasado casi como meros convidados de piedra.
Lástima, pues el tema daba para mucho más. 

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