El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

viernes, 7 de mayo de 2010

Los puentes de Madison



Dirección: Clint Eatswood.
Guión: Richard LaGravenese (Novela: Robert James Waller).
Música: Lennie Niehaus.
Fotografía: Jack N. Green.
Reparto: Meryl Streep, Clint Eastwood, Annie Corley, Jim Haynie, Victor Slezak. 

Robert Kincaid (Clint Eastwood) es un fotógrafo del National Geographic que llega a Iowa para realizar un reportaje sobre los puentes de madera del condado de Madison. Allí conocerá a Francesca (Meryl Streep), con la que vivirá una intensa relación.
Eastwood ya llevaba un tiempo sorprendiéndonos con films de un gran nivel, como Bird (1988) o Sin perdón (1992). Pero en esta película la novedad proviene de tratarse de una historia romántica, algo nuevo en la filmografía del director.
Lo que no cambia, en relación con los films de su madurez, es que realiza una película impecable, afortunadamente lejos de lo que suele ofrecer la industria de Hollywood en la actualidad. Estamos ante una obra que, nada más estrenarse, se ha convertido ya en un clásico del género, a la altura de los films más representativos, como Love Story (Arthur Hiller, 1970) o Tal como éramos (Sydney Pollack, 1973), y a los que supera en muchos aspectos.
Los puentes de Madison (1995) relata el amor intenso que nace entre un ser solitario y una mujer casada pero abrumada por la rutina, que ha ido apagando lentamente la pasión que pudo tener cuando era joven. Porque el film nos relata la historia de un adulterio, pero la palabra pierde cualquier significado negativo ante un amor lejos ya de la simple atracción física; un amor que es la unión de dos almas solitarias, resignadas a su suerte hasta que esta fuerza despierta en ellos la ilusión, la alegría de vivir, la maravillosa sensación de estar descubriendo por primera vez la belleza de todo lo que los rodea. Por eso no podemos más que sentirnos cómplices de su aventura, incluso sentimos envidia y deseos de que ese milagro nos roce también a nosotros con su varita mágica.
Pero la realidad, o el sentido del deber, acaban por ganar la batalla. Lo entendemos, lo aceptamos resignados igual que Francesca, aunque intuimos que esos días juntos han valido por toda una vida. Por ello no estamos defraudados por el desenlace, tan sólo tristes por el final de tan hermosa historia.
Clint Eastwood alcanza la categoría de grande por méritos propios. La historia está contada con una elegancia al alcance de pocos, eludiendo sabiamente lo trillado o el recurso fácil al melodrama. Indudablemente, gran parte del mérito lo tienen Eastwood y Meryl Streep (nominada al Oscar), con una interpretación tan convincente que logran persuadirnos de la absoluta veracidad de lo que estamos viendo.
Repleta de momentos intensos, tiernos y agrios (la escena en la furgoneta, con la lluvia incesante y plomiza es soberbia), sabe atrapar hasta a los más recalcitrantes hacia este tipo de films. 

2 comentarios:

  1. Hola de nuevo Manuel. No podía dejar de aludir a esta película. Es una de mis preferidas. Los diálogos tienen tanta sabiduría e intensidad que no basta con verla una sóla vez. La imágenes son tan potentes que no hace falta que se exprese su significado con palabras. El amor en mayúsculas está tan representado que se agota en sí mismo. Yo estraigo de todo ello que ese sentimiento tiene un mundo independiente y anárquico, hasta caprichoso. Las relaciones humanas no siempre siguen el mismo rumbo. Y las circunstancias son decisivas para enjaular o dejar libre ese sentimiento. Me gustó mucho tu comentario. Mi enhorabuena

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    1. Esta película es una obra maestra. Como dices, es tan densa, tan intensa también, que debes verla varias veces y siempre encuentras algo nuevo, un detalle, una mirada... Es una película que me conmueve. Veo que seguimos en sintonía en cuanto a gustos.

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