El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 10 de mayo de 2010

El juego de Ripley




Película dirigida por Liliana Cavani en 2002, que saltó a la fama por Portero de noche (1974), basada en el personaje creado por Patricia Highsmith: Tom Ripley. En concreto es una adaptación de la tercera novela de la escritora con Ripley de protagonista.
Tom Ripley se dedica a la venta de obras de arte falsas cuando, para no ser descubierto, mata a un cliente y escapa a Italia. Pero el peligro aún no ha desaparecido. Entonces, Ripley decide involucrar a su vecino, enfermo de cáncer, a cambio de dinero, en el asesinato de dos personas más.
Contada de manera elegante, pero fríamente, por Liliana Cavani, El juego de Ripley falla a mi entender en el desarrollo de los personajes. Nos quedamos en la superficie, en sentimientos apenas esbozados, motivaciones adivinadas pero nunca bien explicadas.
Malkovich, un actor sobrio y eficaz, interpreta correctamente a un asesino refinado, culto e inteligente (quizá sea el actor perfecto para el papel), pero no es culpa suya la falta de profundidad del guión en la caracterización de los protagonistas. Poco entendemos de la compleja personalidad de Ripley, que queda tan escuetamente definido que lo percibimos incompleto.
Y este tratamiento superficial resta emoción al film, pues impide una mayor implicación en la historia; asistimos al drama como meros espectadores; algo indiferentes incluso a lo que les sucede a los protagonistas. Una lástima, pues el argumento y la propia personalidad del personaje creado por Patricia Highsmith daban para mucho más.
Nos quedamos así con las ganas, con la decepción de lo que podía haber sido y que se queda en una película formal, pero hueca.  

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