El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 10 de mayo de 2010

Los siete magníficos



Dirección: John Sturges.

Guión: William S. Roberts.

Música: Elmer Bernstein.

Fotografía: Charles Lang.

Reparto: Yul Brynner, Steve McQueen, Eli Wallach, Charles Bronson, James Coburn, Horst Buchholz, Robert Vaughn, Brad Dexter, Whit Bissell, Vladimir Sokoloff, Jorge Martinez de Hoyos.

Un pueblo mexicano de campesinos se encuentra a merced de una banda de forajidos. Sus habitantes no saben defenderse, por lo que deciden pedir ayuda a unos pistoleros profesionales.
Los siete magníficos (John Sturges, 1960), es un remake de Los siete samurais (1954) de Akira Kurosawa, que es infinitamente mejor que esta secuela. Con la conocida mentalidad mercantilista de los americanos, se trata de coger una soberbia película y convertirla en un éxito de taquilla. La fórmula para ello es sencilla: se buscan unos actores con gancho, un director con oficio, al blanco y negro de la original se lo remplaza por el color y se añade una banda sonora pegadiza (la música de Elmer Bernstein es lo más original de la película y ha contribuido a su fama). 

A poco que la analicemos, descubrimos unos personajes huecos, puros estereotipos totalmente prefabricados. Y ésto es el gran fallo de la película, pues el mismo argumento pero con seres de "carne y hueso" hacía de
Los siete samurais una obra entrañable y hermosa. Pero aquí se apuesta más por la acción, las frases y gestos para la galería (algunos ciertamente empalagosos) y el film se vuelve ramplón y previsible. Hasta en las muertes de los héroes se percibe una teatralidad exagerada. 

La elección de los actores, por otra parte, no deja de sorprenderme. Yul Brynner hasta puede llegar a despertar antipatía, de lo soso que es y lo pobre de su interpretación: acartonado y pedante, de pose en pose. Ni Robert Vaughn, ni Charles Bronson, ni Horst Buchholz resultan convincentes, con unas actuaciones  de lo más artificiosas. Sólo Eli Wallach parece estar algo inspirado en su papel de villano. 


En fin, quién no la viera puede prescindir de ella sin temor alguno. El western tiene, afortunadamente, muchas otras películas que lo ennoblecen. 

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