El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 1 de mayo de 2010

El gran robo



El gran robo (1949) es uno de los primeros trabajos de Don Siegel como director, tras su etapa como montador. No es, evidentemente, una de las películas por las que es recordado el director, que firmaría sus mejores trabajos en la década de los setenta: Dos mulas y una mujer (1970), El seductor (1971), Harry el sucio (1971) o Fuga de Alcatraz (1979), todas con Clint Eastwood.

Duke Halliday (Robert Mitchum), teniente del ejército nortemaericano, llega a Veracruz siguiendo la pista de Jim Fiske (Patrick Knowles), que ha robado dinero del ejército. Pero detrás de Duke va a su vez el capitán Vincent Blake (William Bendix). También entra en escena una atractiva joven, Joan Graham (Jane Greer), novia de Fiske que lo anda buscando para reclamarle un dinero que le prestó.

Se trata de una película sencilla, sin demasiadas pretensiones, y donde la acción es la verdadera protagonista: persecuciones en coche, peleas, disparos y, naturalmente, una historia de amor que está más que cantada desde el comienzo. De esta manera, la película resulta entretenida si no le buscamos nada más bajo la superficie. Porque es que tampoco podría ofrecernos nada más.

El problema principal reside en que la trama es demasiado lineal, sin sorpresas, por lo que resulta demasiado predecible. Quizá la única nota que rompe un poco con un desarrollo algo monótono es la presencia de las autoridades locales, encarnadas por Ramón Novarro dando vida al jefe de la policía de Veracruz, un tipo más listo de lo que aparenta y que añade una nota original al film.Tampoco ayudan mucho los diálogos, carentes de chispa e incluso, en algunos momentos, algo torpes o repetitivos.

Tampoco los personajes, con unas correctas interpretaciones de los protagonistas (Robert Mitchum compone uno de los típicos tipos duros a los que estaba acostumbrado), ofrecen demasiado donde buscar. Son personajes de trazos gruesos, sin que se detengan demasiado en perfilarlos: poco sabemos de sus vidas, pero es que tampoco parece que esa sea la intención del director. Todo está supeditado a lo básico: la acción. Como curiosidad, señalar que la pareja Mitchum y Greer habían trabajado juntos también en Retorno al pasado (1947) de Jacques Tourneur.

Un film pues para ver sin exigirle mucho y que quedará como una curiosidad de los comienzos de la carrera del director.

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