El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 12 de mayo de 2010

American crime


Una joven aparece muerta en un lago. Para la policía local se trata de una muerte accidental. Sin embargo, la aparición de una cinta de vídeo en que la mujer muerta parece haber sido espiada, hace sospechar a unos periodistas de la televisión local que puede tratarse de un asesinato. Pronto aparecerán nuevas cintas y nuevas mujeres muertas.

American crime (Dan Mintz, 2004) es un curioso thriller donde el director intenta que una historia de crímenes cometidos, aparentemente, por un asesino en serie, es decir, un argumento no demasiado novedoso, cobre vida gracias a una manera original y personal de filmarla. Y el resultado es interesante y creo que acertado.

En primer lugar, Mintz escapa del relato lineal, sobre todo en la primera mitad de la película. Así, tenemos pequeños saltos en el tiempo y, lo que es más original, la historia de los crímenes la conocemos a través de lo que parece ser un programa de televisión llamado precisamente "American crime". Es como si estuviéramos viendo una emisión del programa dedicada a un psicópata que filma a sus víctimas en video. La ficción dentro de la ficción y el espectador obligado a hacer un pequeño esfuerzo extra para seguir el hilo de la historia. Pero el argumento, una vez que nos centramos en la original manera de estar contada la historia, se sigue bastante bien. La cámara, además, no permanece ajena y se muestra nerviosa, con primeros planos, desencuadres, al estilo del reportero de campo que filma sobre la marcha, como el cámara de la televisión privada que participa en la investigación. Sin embargo, los movimientos no resultan cansinos ni son excesivos; aportan dinamismo a la historia pero sin resultar mareantes.

El argumento está muy bien hilvanado y resulta en todo momento creíble. La tensión va creciendo de manera progresiva hasta el final que, sin resultar muy original, no defrauda en absoluto y culmina de manera acertada la historia.

También los actores resultan pieza fundamental para que la historia resulte creíble y nos enganche. Sin ser primeras figuras, consiguen dar una dosis muy grande de credibilidad a sus personajes.

Un film, en resumen, que sin contarnos nada nuevo, sí que ha sabido hacerlo de un modo original y eficaz, de manera que nos sintamos intrigados y participemos con intensidad de la historia y, además, sin recurrir para nada a lo macabro y a lo sangriento, lo cuál es también de agradecer.

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