Dirección: Clint Eastwood.
Guión: William Goldman (Novela: David Baldacci).
Música: Lennie Niehaus.
Fotografía: Jack N. Green.
Reparto: Clint Eastwood, Gene Hackman, Ed Harris, Laura Linney, Judy Davis, Scott Glenn, Dennis Haysbert, E.G. Marshall, Alison Eastwood, Melora Hardin.
Luther Whitney (Clint Eastwood), un ladrón de guante blanco, entra a robar en la mansión de un magnate aprovechando su ausencia. Inesperadamente llega la mujer de éste con un amante, y Luther será testigo de su asesinato.
Lejos de contentarse con narrarnos una entretenida historia policíaca, con buenos momentos de suspense, como la cita de Luther con su hija en una terraza y dos francotiradores dispuestos a cazarlo, Eastwood añade a la película una emocionante descripción de la relación entre un padre y su hija, a la que había abandonado de pequeña, que acaba por acaparar los mejores momentos del film.
Porque Eastwood huye en todo momento del efectismo y el melodrama, y nos relata esta relación de manera concisa, contenida, pero repleta de momentos cargados de sentimiento; como cuando la hija, al visitar por primera vez la casa del padre, descubre sorprendida y emocionada la colección de fotografías que éste tiene de ella, y todo sin recurrir a las palabras, sólo con intensos primeros planos y una suave música de fondo.
Pero esta manera de contarnos las cosas está presente en toda la película. Sólo por un gesto descubrimos que el policía (Ed Harris) se ha enamorado de la hija de Luther, las escenas violentas están ausentes por completo y en su lugar recurre, por ejemplo, a la elipsis para narrarnos la muerte del culpable. Eastwood recupera así una manera de hacer cine de antaño, donde la belleza estaba en la sugerencia, el indicio, desgraciadamente olvidada hoy en día, donde prima lo evidente, lo supérfluo incluso.
Una grata sorpresa de un director con muchísimo talento, capaz como pocos hoy en día de sacar petróleo de cualquier historia.
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