Guión: Joby Harold.
Música: Samuel Sim.
Fotografía: Russell Carpenter.
Reparto: Hayden Christensen, Jessica Alba, Terrence Howard, Lena Olin, Christopher McDonald, Fisher Stevens, David Harbour.
Despierto (2007) es un film mentiroso, una trampa desde el mismo comienzo. Hay dos maneras de hacer un thriller, o una película en general, una es la más complicada, la que obliga a estrujarse los sesos; la otra es la que Joby Harold utiliza aquí.
Parece ser que la idea del film se le ocurrió al director durante un cólico nefrítico. De su puño y letra es pues este guión un tanto macabro y bastante enrevesado. Clay Beresford (Hayden Christensen) es un joven millonario con un problema de corazón que le obliga a someterse a un trasplante. Antes de ello, decide casarse con su novia Sam (Jessica Alba), pese a la firme oposición de su madre (Lena Olin), una mujer muy protectora de su hijo. Durante la operación, Clay experimentará un fenómeno extraño, que le hace ser consciente de todo lo que le está pasando en el quirófano.
Como apuntaba antes, el principal problema de Despierto es que juega al engaño desde el principio de una manera escandalosa, sin disimulo. Nos presenta a los malos de la película como una especie de ángeles celestiales y, a la inversa, la que a la postre es la buena (la madre de Clay) comienza la película sombrando serias dudas sobre ella. Después, urdido el engaño, no queda más que ir alargando la historia hasta que se revela el pastel en el tramo final. Se espera, claro, que ello nos provoque una sacudida y nos quedemos perplejos ante nuestra propia ingenuidad. La verdad, lo único que se consigue es un film un tanto ramplón en sus tres cuartas partes que intenta levantar el vuelo en un final precipitado y sorprendente. Pero lo que sucede es que uno me siente engañado, eso es todo.
Hubiera sido mucho más eficaz, además de más honesto, desvelarlo todo desde el comienzo. Así, hubiéramos sufrido al ver como el protagonista se va metiendo en la boca del lobo y, al igual que en los cuentos de marionetas (esos sí que saben como implicar al público), hubiéramos deseado gritar advirtiéndole del peligro. Pero no, se opta por lo menos complicado y, también, por lo menos efectivo: la sorpresa final, el conejo saliendo de la chistera. Eso no es jugar limpio ni tampoco es muy inteligente.
Además, contamos con unos actores sin demasiado carisma; unos personajes sin desarrollar lo más mínimo, lo cuál es un tremendo error, pues no conocemos a los personajes, no nos sentimos cercanos a ellos y, como consecuencia de ello, no sentimos simpatía por Clay, por ejemplo, y por tanto, lo que le está sucediendo en el quirófano nos deja bastante indiferentes; seguimos con un argumento demasiado enrevesado y con un desenlace narrado con una frialdad absoluta. Con todos estos elementos, al final tenemos un film sin vida, distante y mentiroso que pasará sin pena ni gloria y se olvidará tan pronto se apague la pantalla.
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