El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 24 de mayo de 2010

Qué bello es vivir



Dirección: Frank Capra.
Guión: Frances Goodrich, Albert Hackett y Frank Capra.
Música: Dimitri Tiomkin.
Fotografía: Joseph Walker y Joseph F. Biroc.
Reparto: James Stewart, Donna Reed, Lionel Barrymore, Thomas Mitchell, Henry Travers, Beulah Bondi, Frank Faylen, Ward Bond, Gloria Grahame.

Obra cumbre del cine de Capra y su película favorita, así como de James Stewart, Qué bello es vivir (1946) es un maravilloso cuento navideño lleno de magia, de amor y de fe ciega en la bondad del ser humano que aún hoy en día no ha sido superado.

George Bailey (James Stewart) ha crecido en el pequeño pueblo de Bedford Falls soñando siempre con poder salir a ver mundo. Sin embargo, siempre ha habido algún imprevisto que le ha impedido cumplir su sueño. George es un buen hombre que ha intentado ayudar a sus vecinos oponiéndose siempre al avaro banquero local, señor Potter (Lionel Barrymore). Pero un día, en plenas fiestas navideñas, la pérdida de una importante suma de dinero deja a George a las puertas de la ruina y a merced de Potter. Desesperado, George decide que lo mejor para todos es que él se quite la vida y decide suicidarse tirándose de un puente.

El cine de Frank Capra es muy parecido en cuanto a planteamientos y mensaje. La idea suele ser la del triunfo de la bondad, la generosidad, la honradez y el amor frente a las fuerzas que pretenden destruirlos. Sus films son hermosos cuentos plenos de optimismo y de una ingenuidad asombrosa. Y a pesar de todo, son películas entrañables y conmovedoras, capaces como ninguna de ablandar el corazón más duro y sacar de nosotros los mejores sentimientos y deseos. Y en la cima de todas estas obras se encuentra Qué bello es vivir.

Se trata de uno de esos casos en que todo sale a pedir de boca, un film redondo de principio a fin. De entrada, la historia es sencilla pero tremendamente cercana a todos. ¿Quién no se preguntó alguna vez que habría pasado si en lugar de esto ...? Partiendo de esta pregunta, Capra alcanza la gloria con un cuento especialmente hermoso y unos personajes, absolutamente todos, perfectamente bien definidos. El talento de Capra está aquí en toda su plenitud, con pequeños detalles llenos de significado, con escenas cargadas de poesía y de ternura, con una sencillez a la hora de desarrollar el argumento que nos deja asombrados. Recuerdo especialmente la escena en que George recibe una bofetada por no haber cursado correctamente un pedido de su jefe o cuando su futura esposa se le declara hablándole por el oído dañado, ejemplos de la maestría de Capra para conmovernos con apenas un gesto. La película va creciendo en intensidad de manera prodigiosa hasta que, creyendo ya que no se puede llegar más alto, Capra nos brinda un final apoteósico que nos deja con el corazón rebosando de lágrimas y de felicidad al mismo tiempo.

Para ello, además de ese talento que poseía el director para contarnos una historia de manera que nos atara a la butaca como con pegamento, Capra reúne un reparto soberbio. James Stewart, en la tercera colaboración con Capra tras Vive como quieras (1938) y Caballero sin espada (1939), hace quizá el papel de su vida, aquél por el que será recordado para siempre y que le dejará el sello de hombre honrado y bueno por excelencia. Donna Reed encarna a la perfección a la esposa que todo hombre desearía tener: hermosa, dulce, comprensiva y enamorada hasta el fondo del alma de su esposo. Thomas Mitchell, un secundario de lujo, tiene una vez más una interpretación asombrosa, lo mismo que Lionel Barrymore, esta vez en un papel de malvado realmente odioso. Y no podemos imaginarnos a nadie mejor como ángel bondadoso y torpón que Henry Travers.

Qué bello es vivir obtuvo cinco nominaciones al Oscar (mejor película, director, actor principal para James Stewart, montaje y sonido). Sorprendentemente, se fue de vacío. La triunfadora fue Los mejores años de nuestra vida de William Wyler, una gran película también, pero que no ha logrado el reconocimiento general de Qué bello es vivir, una película que ha alcanzado la categoría de mito del cine. Un film clave en la historia y referencia incontestable.

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