El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 9 de mayo de 2010

Algo pasa con Mary



Dirección: Peter Farrelly y Bobby Farrelly.
Guión: Peter Farrelly, Bobby Farrelly, Ed Decter y John J. Strauss.
Música: Jonathan Richman.
Fotografía: Mark Irwin.
Reparto: Cameron Diaz, Ben Stiller, Matt Dillon, Chris Elliott, Lee Evans, Lin Shaye, W. Earl Brown, Keith David, Markie Post, Brett Favre.
Ted (Ben Stiller), un muchacho con poco éxito con las chicas, consigue que Mary (Cameron Díaz), una preciosa compañera de estudios, acepte ser su pareja en la fiesta de graduación; pero un desgraciado accidente arruinará esa cita.
Algo pasa con Mary (1998) es un ejemplo más de como en el cine actual escasea tanto el talento como los pelos en la cabeza de Mortadelo.
La película nos cuenta los intentos de varios hombres por conquistar el corazón de Mary, que se nos presenta como todo un prodigio de la naturaleza: es hermosa, sensible, caritativa, comprensiva, dulce y encima está soltera y sin compromiso.
Pretende ser comedia, pretender ser romántica, pretende ser original, pero se queda a medias en todo. Yo no me reí en ningún momento, como mucho alguna sonrisa casi involuntaria, como en la escena del perro chamuscado.
Los recursos cómicos del guión son tan pobres, y recuerdo por ejemplo al cantante que va soltándonos sus "perlas" a lo largo del film, que hasta resultan patéticos en su mayoría. La historia en sí carece de sorpresa, es bastante banal y tan previsible que los hermanos Farrelly no dudan en recurrir al recurso fácil de engañar al espectador en busca de algo de chispa, pero lo único que consiguen es dar una pobre imagen de carencia de otros talentos.
Para que funcionara este invento tendría que hacernos más cómplices de la historia, pero no consigue implicarnos en tal sucesión de despropósitos. El ejemplo más llamativo es la famosa escena del esperma, que la ingenua Mary confunde de gel fijador; vamos, que eso no le pasa ni a una monja de clausura. ¡Es que Mary es más inocente que un bebé!. Sinceramente, ¿quién se lo traga?.
Por otra parte, encuentro que la película carece de un ritmo apropiado, parece como si avanzase a empujones, con escenas a veces demasiado largas y otras sin demasiado que aportar al desarrollo de la historia. En otros momentos (como la bronca que el padre de Mary le echa a Ted por enfadar al hermano retrasado de ella al tocarle la oreja) la situación resulta totalmente extraña e ilógica. Los diálogos tampoco ayudan demasiado, pues parecen de relleno en muchos casos.
Es evidente el declive de talento que padecemos; esta película no resitiría ni medio asalto frente a las comedias clásicas, donde se tomaban la molestia de trabajar los guiones con un mínimo de sentido común. El recurso al chiste fácil, a lo grosero como fuente de comicidad, revela bastante del coeficiente intelectual de los padres del invento, muy cercano al encefalograma plano. Es el típico chiste de "caca-culo-pis" que hacíamos con cuatro años. Afortunadamente hemos crecido y buscamos algo más elaborado para divertirnos.
En cuanto a los actores, pues bien, ahí están, cumpliendo con lo que puede pedírseles: una interpretación correctita y a lucir su belleza Cameron Díaz, que para eso la contrataron, como gancho.

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