El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 23 de mayo de 2010

Hard Rain


Interesante mezcla de cine de catástrofes y policíaco, Hard Rain (Mikael Salomon, 1997) es una de esas películas sin demasiadas pretensiones, tan sólo la de hacer pasar un rato entretenido y algo de tensión, dentro de unos cauces bastante normales. El argumento no depara demasiadas sorpresas: un robo que se complica a causa de unas inundaciones, un ladrón que no es tan malo como parecía y un policía corrupto que decide quedarse con el botín de tres millones de dólares en juego.

Sin embargo, Mikael Salomon consigue aportar algunos detalles que hacen que la película no caiga en lo banal y, a pesar de no presentar muchas novedades respecto a lo que suelen ofrecer este tipo de películas, el film resulta vistoso, entretenido y con algunos momentos interesantes.

En primer lugar, el unir el tema de unas colosales inundaciones con un robo aporta un plus a la historia y, sobre todo, un ambiente muy interesante: la lluvia constante, la falta de luz, los peligros del agua unidos a los de los ladrones crean una atmósfera muy particular e inquietante.

Por otra parte, Salomon se preocupa de ir desvelando detalles de algunos de los personajes que enriquece sin duda la trama al tiempo que la humaniza, con lo que se hace mucho más intensa al sentirnos más próximos a los protagonistas. A ello se une un reparto brillante, encabezado por Morgan Freeman, sobrio y creíble como siempre, Christian Slater y el magnífico Randy Quaid, un actor que me parece estupendo y que tiene algunos detalles que me hacen pensar en Orson Welles y sus malvados con ese toque tan suyo que los hacía en cierto modo simpáticos.

Otro de los aciertos del film es un ritmo trepidante, lleno de acción y que no da un minuto de respiro y, además, el guión no se limita a la típica sucesión de muertes más o menos predecibles de los malos. Aquí las muertes se suceden, claro está, pero de no de un modo sistemático o rutinario, incluso algunas de manera un tanto original. Tal vez es en el final donde el guión se muestra menos original y se recurre a un desenlace bastante típico, con sorpresita incluida del malo que parecía muerto y no lo estaba aún, que no se merecía la película. Además, las escenas de acción están muy bien filmadas, con lo el espectáculo resulta muy efectivo. Técnicamente es un film irreprochable.

Así pues, si no le pedimos mucho, Hard Rain es una película bien hecha, con ritmo y emoción suficientes para lograr hacernos pasar un buen momento. 

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