El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 26 de mayo de 2010

39 escalones


Dirección: Alfred Hitchcock.
Guión:Charles Bennett, Ian Hay, Alma Reville (Novela: John Buchan).
Música: Hubert Bath, Jack Beaver, Charles Williams.
Fotografía: Bernard Knowles (B&W).
Reparto: Robert Donat, Madeleine Carroll, Lucie Mannheim, Godfrey Tearle, Peggy Ashcroft, John Laurie, Helen Haye, Wylie Watson.

39 escalones (1935) supuso el culmen de toda la etapa británica de Alfred Hitchcock y a la vez inauguraba algunos elementos que desarrollaría en otras obras posteriores, como el inocente falsamente acusado de un crimen que no cometió (tema que repetirá en Falso culpable).

Richard Hannay (Robert Donat), un canadiense de vacaciones en Inglaterra, conoce por casualidad a una misteriosa mujer que le dice ser una espía a la que persiguen dos hombres y que será asesinada esa misma noche en su apartamento. Así, de manera involuntaria y fortuita, Hannay se verá perseguido por la policía, acusado de un crimen que no cometió, y en medio de una trama de espionaje que pretende robar un importante secreto militar.

Si bien la intriga, aún con algunos puntos un tanto inverosímiles, está tratada de manera muy eficaz y proyecta su sombra de peligro y misterio a lo largo de toda la película (el detalle del jefe de los espías sin una parte del dedo meñique es estupenda, así como el personaje de Mister Memory), lo que le da la verdadera categoría a 39 escalones es la historia de amor entre los protagonistas y como Hitchcock la complementa a la perfección con todo un entramado se situaciones y personajes secundarios. Tanto Robert Donat como Madeleine Carroll resultan tremendamente simpáticos. La actitud de ella al principio, denunciándolo, no sólo resulta lógica (a menudo, la chica se pone de inmediato del lado del desconocido, lo que no tiene demasiado sentido), sino que da más fuerza a la parte en que ambos deben compartir esposas. A la vez, el director, como él mismo reconocía, se esforzó en diseñar cada escena de la película lo mejor posible. Y el resultado se puede ver en algunos personajes ocasionales que acaban cumpliendo un papel fundamental para que 39 escalones resulte una film entrañable, divertido y apasionante. Por un lado, está el granjero desconfiado y avaro y su infeliz esposa; la escena en la casa, cuando la esposa descubre quién es Hannay al verle leer el periódico (mientras que el marido deduce una atracción entre ambos), es magnífica y demuestra el poder expresivo de la cámara sin necesidad de utilizar palabras. Otros personajes entrañables son también los dueños de la posada donde se alojan los protagonistas y como los toman por una pareja de enamorados a los que hay que ayudar.

Del mismo modo, el detalle del libro que salva la vida de Hannay al detener la bala que le disparan o el personaje antes citado de Mister Memory, que por un estricto deber profesional debe responder a la pregunta sobre los "39 escalones" aunque le cueste la vida, son ideas fantásticas que amueblan el argumento de forma muy eficaz y acaban por construir una historia que funciona de maravilla, tanto en el plano de la intriga como en de sentirnos muy próximos a los personajes y sus vicisitudes. Alfred Hitchcock utiliza lo que en inglés se llama "understatement", que consistente en tratar de manera ligera temas muy dramáticos, y que es lo que le gustaba a Hitchcock de John Buchan, en cuya obra se inspiró para escribir el guión.

Técnicamente, el film recuerda mucho la estética y el estilo del cine mudo, con muchas escenas de primeros planos, persecuciones o la ya citada de la granja, donde se prescinde del diálogo para dejar que sean las imágenes las que cuenten la escena.

El resultado de todo lo dicho es un magnífico film, que combina a la perfección la intriga, el humor y el romance. Una obra que merece situarla entre las cinco mejores del director.

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