El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 5 de mayo de 2010

El hombre de Laramie



Dirección: Anthony Mann.
Guión: Philip Yordan y Frank Burt.
Música: George Duning.
Fotografía: Charles Lang Jr.
Reparto: James Stewart, Arthur Kennedy, Donald Crisp, Cathy O'Donnell, Aline MacMahon, Wallace Ford, Alex Nicol, John War Eagle, Jack Elam.

El hombre de Laramie (1955) supuso el fin de la colaboración de James Stewart con el director. Colaboración que sirvió al actor para relanzar su carrera tras la II Guerra Mundial, cambiando su registro de hombre sencillo y amable por el de personajes más profundos y angustiados.

Will Lockhart (James Stewart), un ex capitán del ejército que llega a Coronado (Nuevo México) desde Laramie para investigar quién suministra rifles automáticos a los indios apaches, indios que hace poco tendieron una emboscada a una patrulla de la caballería y masacraron, entre otros, a su hermano.

El hombre de Laramie es una buena película que, sin embargo, presente algunos detalles desconcertantes en su guión, escrito por Philip Yordan (Johnny Guitar) y Frank Burt a partir de una obra de Thomas T. Flynn. Uno de los detalles extraños es que en un momento de la película parece que Arthur Kennedy y Cathy O'Donnell van a celebrar su boda pero, luego, durante el resto de la película nada hace suponer que estén casados y Cathy y James Stewart refuerzan su romance. Tampoco el tema de la venta de rifles a los indios está del todo clara. Arthur Kennedy le reprocha al estúpido hijo del terrateniente (Alex Nicol) que es una locura entregar los rifles a los indios y luego se descubre que es él quién había organizado el trato con los apaches. Hay también un personaje curioso, el borracho que sigue a James Stewart a caballo y luego intenta asesinarlo y que no se explica bien su razón de ser, lo mismo que el indio que trabaja para Cathy O'Donnell, personaje misterioso que desaparece de la historia sin más. Es como si el argumento hubiese sido cortado bruscamente durante el montaje y hubieran quedado flecos sin corregir.

Son detalles que no empañan del todo un buen film, con un ritmo pausado pero con instantes de una gran intensidad, como el momento en que arrastran por el suelo a James Stewart o cuando le disparan en la mano. Al filo de esto, destacar la gran interpretación de este magnífico actor, capaz de cambiar de registro de una manera asombrosa.


Lo más interesante de la película, pues la búsqueda del que trafica con los indios es sólo la disculpa, son las relaciones entre todos los personajes, en especial la que se libra entre el rico ganadero (Donald Crisp) y su hijo y el capataz (Arthur Kennedy). Y, claro está, la manera elegante y sobria del director para dar forma a esta historia, que aspiraba a ser algo más que excelentes paisajes y luchas espectaculares.

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