El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 19 de abril de 2023

Arabesco



Dirección: Stanley Donen.

Guión: Julian Mitchell, Stanley Price y Pierre Marton (Novela: Gordon Cotler).

Música: Henry Mancini.

Fotografía: Christopher Challis.

Reparto: Gregory Peck, Sophia Loren, Alan Badel, Kieron Moore, Carl Duering, John Merivale, Duncan Lamont, George Coulouris, Ernest Clark, Harold Kasket. 

El profesor Ragheeb (George Coulouris) es asesinado para poder obtener un jeroglífico que llevaba oculto. Tanto sus asesinos como el primer ministro de un país de Oriente Medio intentan convencer al profesor Pollock (Gregory Peck), famoso egiptólogo, para que traduzca dicho mensaje.

Stanley Donen es conocido por sus impecables musicales pero en los años sesenta del siglo XX, coincidiendo con la época en que vivió en Inglaterra, le dio por probar suerte con el thriller con toques de comedia. Suya es Charada (1963) y esta Arabesco (1966), ambas de corte muy similar.

No parece que el thriller case muy bien con la comedia aunque, como siempre, dependerá de un buen guión para que esa mezcla funcione correctamente. En el caso de Arabesco por desgracia no es así y la culpa es, naturalmente, del guión, porque el tono cómico es un tanto infantil y no ayuda para nada al desarrollo de una historia bastante confusa y mal diseñada.

Para empezar, la trama se complica demasiado, a veces de manera innecesaria, con personajes que aparecen y no aportan nada y una confusión con los nombres de algunos que podría haberse resuelto de manera mucho mejor, por ejemplo, llamándole a cada uno con un solo nombre en lugar de utilizar a veces el nombre de pila y otras el apellido. Entre este detalle y los giros continuos de la historia llega un momento en que casi se pierde el interés por el enigma del jeroglífico, además de intuir que su resolución, como así ocurre, será finalmente un tanto simple y algo absurda en relación con las expectativas generadas.

Los villanos de la historia, además, son un poco idiotas como para dar la sensación de peligrosos, con lo que nunca tememos por la suerte de Pollock. Está claro que en este tipo de películas sabemos de antemano el final, pero aún así se puede añadir algo de intensidad con unos villanos creíbles y con ciertos rasgos de crueldad, por ejemplo. Pero hasta los actores elegidos resultan casi grotescos por lo mal que interpretan sus personajes. Y es que otro problema de Arabesco es que, salvo Gregory Peck y Sophia Loren, muy atractiva, el resto de actores demuestran un nivel más bien pobre.

Es cierto que con el personaje de Yasmin (Sophia Loren) el guión juega hábilmente la carta de la confusión, de manera que se tarda mucho en aclarar de qué lado está realmente, añadiendo un punto de incertidumbre que al menos en este caso funciona bastante bien, aún sabiendo que es poco probable que esté en el bando equivocado.

Otro problema añadido de las películas de la década de los sesenta es que suelen tener una estética muy personal, un tanto psicodélica, y no es algo que me entusiasme realmente. Aquí, por ejemplo, el director abusa de los movimientos de la cámara y el uso de lentes que le dan ciertamente un estilo muy personal a la cinta pero personalmente no me convence en absoluto. Incluso la estética de esos años convertía a las actrices en señoronas con peinados imposibles y vestidos absurdos que arruinaban el posible encanto para generaciones futuras.

Si además le sumamos algunas escenas realmente absurdas, como cuando intentan matar a Pollock y Yasmin con la bola de demolición o la escena en el hipódromo, por citar dos casos realmente ridículos, entendemos que más que un film de suspense parece una payasada infantil que roza a veces el esperpento.

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