El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 10 de abril de 2023

Arresto preventivo



Dirección: Claude Miller.

Guión: Claude Miller y Jean Herman (Novela: John Wainwright).

Música: Georges Delerue.

Fotografía: Bruno Nuytten.

Reparto: Lino Ventura, Michel Serrault, Romy Schneider, Guy Marchand. 

El inspector Antoine Gallien (Lino Ventura), sospechando que el notario Jérôme Martinaud (Michel Serrault) es el asesino de dos niñas, decide interrogarlo la noche de fin de año. En vista de que el interrogatorio no avanza y antes de tener que soltarlo, lo pone en arresto preventivo.

En este tipo de films de suspense suele suceder que tenemos de entrada un planteamiento atractivo que crea una intriga con múltiples posibilidades y que el desenlace suele arruinar por anodino o tramposo. Lo curioso de Arresto preventivo (1981) es que ofrece justo lo contrario, o casi.

La película tiene una puesta en escena absolutamente sencilla: una sala de una comisaría y dos policías que interrogan al sospechoso de violar y asesinar a dos niñas pequeñas. A partir de este planteamiento, el film se asienta en su primer acto exclusivamente sobre el interrogatorio donde Antoine, más sutilmente, y su ayudante Belmont (Guy Marchand), algo más expeditivo, intentan por todos los medios arrinconar al sospechoso y pillarle en alguna contradicción, pues no tienen ninguna prueba sólida contra él, aunque los indicios parecen acusarlo inequívocamente.

El juego entre los tres personajes es interesante si bien encontré que en general todo el interrogatorio resulta algo teatral y me costaba creerme los giros sorprendentes que iban teniendo lugar, como las confesiones sobre su matrimonio del notario, realmente fuera de lugar, o la violencia de Belmont, a todas luces excesiva. Además, esta primera parte creo que se extiende demasiado y llega a resultar algo cansina, con un interrogatorio que se pierde en tantos desvíos que resulta insustancial por momentos. Tenía la sensación de que el guión prolongaba de manera forzada la situación pues, de ir al grano, esta parte quedaría bastante corta.

En la segunda parte, con la llegada de la esposa del notario (Romy Schneider) a la comisaría, al fin la trama gana en intensidad pues, al contrario de lo que podríamos esperar, la señora Martinaud está decidida a aportar pruebas que inculpen a su marido y le cuenta además al inspector un sórdido relato del pasado que implica a su marido con una sobrina de corta edad. Sin duda, el personaje de la esposa es el más intrigante, insinuando un conflicto conyugal bastante interesante abierto a muchas suposiciones.

Sin embargo, es el tercer acto, el del desenlace, donde las sorpresas se encadenan. Es verdad que todo resulta algo forzado y huele a tramposo, pero el final es tan sorprendente, original y deja tantas cosas en el aire que es como si nos dieran un par de puñetazos en la mandíbula que nos dejaran aturdidos. Pero al menos, es el momento más impactante y que nos deja tantas preguntas que nos obliga a seguir dentro de la intriga mucho después de terminar de ver la película.

El reparto es el soporte básico de una película de estas características y en general, los actores cumplen con solvencia. Pero destacaría especialmente a Lino Ventura, sobrio pero convincente, y a Guy Marchand, mucho más expresivo y con un toque imprevisible interesante. En cambio, Michel Serrault me pareció menos creíble, más teatral. En cuanto a Romy Schneider tengo reacciones encontradas; es verdad que su presencia cambia por completo el desarrollo de la película, pues aporta una belleza algo perturbadora y un aire misterioso muy estimulante, pero en su trabajo me pareció apagada, demasiado estudiada en sus poses.

Arrestro preventivo, además de la intriga central, también es un inquietante retrato de los vicios que pueden ocultarse tras la fachada elegante y respetable de las clases pudientes y tampoco queda muy bien retratada la policía, que resuelve el caso sin brillantez y dejando serias dudas sobre sus métodos.

Lo mejor, las dudas que quedan planteadas tras el final y que nos llevan a cuestionar mucho de lo que hemos visto y a buscar explicaciones que el guión no nos da.

En el año 2000, se hizo un remake titulado Bajo sospecha (Stephen Hopkins), con Gene Hackman y Morgan Freeman.

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