Dirección: François Simard, Anouk Whissell y Yoann-Karl Whissell.
Guión: Matt Leslie y Stephen J. Smith.
Música: Le Matos.
Fotografía: Jean-Philippe Bernier.
Reparto: Graham Verchere, Judah Lewis, Caleb Emery, Cory Grüter-Andrew, Tiera Skovbye, Rich Sommer, Jason Gray-Stanford, Shauna Johannesen.
Ipswich, Oregon, junio de 1984. Cuando las noticias informan de la desaparición de varios adolescentes en la comarca, Davey (Graham Verchere), un joven con una gran imaginación, empieza a sospechar de su vecino Mackey (Rich Sommer), solo que se trata nada menos que de un policía.
Aparentemente Verano del 84 (2018) parece un film de suspense más y la verdad es que tal y como comienza solo me esperaba una cinta más o menos entretenida que seguiría los pasos habituales de este tipo de films modestos.
La sorpresa llegó una vez pasado el primer tercio de la película, a la que le cuesta un poco arrancar, pero una vez en materia Verano del 84 fue demostrando que, sin ser nada realmente del otro mundo, sí que sabía jugar sus bazas con sentido y acierto.
Para empezar, hace un retrato preciso de las inquietudes de los muchachos en plena adolescencia que van descubriendo el sexo y fanfarronean delante de sus camaradas, aunque en el fondo sigan siendo en gran parte niños, como demuestra la manera en cómo les afectan los problemas familiares, como las peleas de sus padres. Sin enfatizar demasiado, el guión sí que consigue reflejar con acierto el mundo interior de los cuatro amigos protagonistas así como crear las sutiles diferencias que los identifican: el amante de los misterios, el amigo leal cariñoso con su madre, el chulo vacilón...
En cuanto a la intriga, hay que agradecer que los directores no recurran a las típicas secuencias en que se amenaza con un peligro que luego nunca sucede. La intriga proviene de las elucubraciones de los jovenes y sus investigaciones llenas de miedos y torpezas propias de su ingenuidad y su edad. Además, al no encontrar nunca nada que incrimine a Mackey, el guión nos lleva a plantearnos que quizá Davey se está equivocando.
Pero donde realmente la película muestra sus cartas y nos descoloca por completo es con el final. Normalmente, en cintas de este corte, se espera un susto final, con el asesino sorprendiendo a los niños mientras buscan pistas y propiciando la típica escena de lucha con el deseado final feliz. Eso era en cierta medida lo que me esperaba, pero aquí el argumento demuestra su ingenio: los jóvenes descubren las pruebas definitivas que incriminan a su vecino sin correr ningún peligro, pero éste escapa y surge en plena noche de entre las sombras para vengarse.
No hay final feliz, no se castiga al culpable, Nikki (Tiera Skovbye), el amor de Davey, se marcha del pueblo, con lo que nos despedimos del esperado y típico romance; hay un drama inesperado y nuestro héroe vivirá con una espada de Damocles acechándole constantemente: nunca podrá dejar de vigilar sus espaldas mientras su vecino ande suelto. Sin duda, todo un puñetazo a la mandíbula del espectador en un giro realmente genial que rompe cualquier idea preconcebida y demuestra que el as que se guardaba en la manga la historia era soberbio.
Con un ritmo impecable, que lleva la historia en volandas de manera admirable, Verano del 84, sin inventar nada ni destacar especialmente por una calidad sobresaliente, sí que resulta un film muy bien construido y que sabe salirse con convicción de los clichés más recurrentes, dejando una muy buena impresión.
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