El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 20 de abril de 2023

Hablando con la muerte



Dirección: Oliver Stone.

Guión: Eric Bogosian (Obra: Eric Bogosian y Tad Savinar).

Música: Stewart Copeland.

Fotografía: Robert Richardson.

Reparto: Eric Bogosian, Ellen Greene, Leslie Hope, John C. McGinley, Alec Baldwin, John Pankow, Michael Wincott. 

Barry Champlain (Eric Bogosian) es un irreverente y sarcástico locutor que tiene un programa en la radio de Dallas en el que recibe llamadas de los oyentes sobre los temas más diversos.

Hablando con la muerte (1988) es un film realmente diferente y original sobre la figura de un locutor agresivo, maleducado y cínico que, precisamente por todo eso, ha cosechado un gran éxito en una radio local. 

Barry es feliz con su programa, en el que recibe llamadas de personas con problemas de racismo, soledad, agresividad, drogas... que buscan el extraño apoyo que les brinda el locutor y que suele consistir en insultarlos o desafiarlos. Por ello, es habitual que reciba cartas amenazadoras. Es una enfermiza relación en la que oyentes y locutor parecen alimentarse mútuamente.

Sin embargo, cuando una empresa se muestre interesada en emitir el programa a nivel nacional, Barry empezará a sentirse agobiado, hasta el punto de pedirle a su exmujer Ellen (Ellen Greene) que acuda a pasar unos días a su lado. De repente, parece que empieza a cuestionarse lo que está haciendo, en qué estado está su vida y si en realidad es todo lo sincero que debiera con su público y consigo mismo.

Alimentado por las constantes llamadas de perturbados, Barry parece haber alcanzado un punto crítico en que su trabajo ha llegado a afectarle personalmente, hasta el punto de estallar en plena emisión insultando a sus oyentes y pidiendo que no le llamen y rechazando a Ellen cuando le confiesa que aún le ama. Pero es precisamente esa actitud la que alimenta la paranoia de su público, que lo aman o lo odian con la misma enfermiza pasión.

Con una puesta en escena realmente básica, que puede llegar a resultar opresiva y donde destaca el hábil uso de la cámara para dinamizar la narración, Oliver Stone realiza un retrato de una sociedad desquiciada, enferma, neurótica que acude a pedir consejo y ayuda a alguien que parece más enfermo aún. Sin embargo, a pesar de que el film se centra en un personaje demasiado especial y un público formado sobre todo por perturbados, al que parece complacerle los escarnios a los que lo somete en directo Barry, la crítica a una sociedad angustiada y unos medios de comunicación obsesionados con el éxito sin reparar en cómo lo consiguen es más que evidente. Hay una escena que explica con claridad esta irresponsabilidad de la emisora en su búsqueda de mayores audiencias a toda costa: cuando Barry estalla en plena emisión e insulta a sus oyentes, tenemos la impresión de que todo se le ha ido de las manos y, sin embargo, sus compañeros de trabajo se sienten felices augurando un futuro de éxitos.

La imagen que nos ofrece la película de una sociedad enferma es evidente. Y hoy en día, con la explosión de las redes sociales y la competencia desatada de las grandes compañías de comunicación, con la proliferación de insultos hacia cualquiera amparándose en el anonimato que proporciona internet, con comportamientos irracionales en busca de un minuto de fama, con la difusión de bulos sin confirmar, con la desinformación generalizada, con el mercantilismo sin límite y los programas basura... las denuncias de Hablando con la muerte se quedan cortas y demuestran una certera premonición.

Por cierto, la historia está basada en un hecho real ocurrido en 1984, cuando un locutor de radio fue asesinado en Denver por un grupo de neonazis.

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