Dirección: Herbert Wilcox.
Guión: Pamela Bower (Novela: E. C. Bentley).
Música: Anthony Collins.
Fotografía: Max Greene (B&W).
Reparto: Michael Wilding, Margaret Lockwood, Orson Welles, John McCallum, Miles Malleson, Hugh McDermott, Jack McNaughton, Sam Kydd.
El señor Manderson (Orson Welles), un importante hombre de negocios, es encontrado muerto en los jardines de su residencia y todo parece indicar que se trata de un suicidio. Pero para el periodista Philip Trent (Michael Wilding) podría tratarse de un asesinato.
El enigma de Manderson (1952) comienza de manera muy interesante con la aparición en los primeros minutos de un cadáver, de manera que nos metemos de lleno en medio de la intriga, sin ningún tipo de tiempo muerto.
Intriga además muy bien presentada pues, bajo la apariencia de un suicidio y la conclusión oficial de que se trata de efectivamente de eso mismo, enseguida se siembran dudas sobre ello y también acerca de la veracidad de los testimonios efectuados en el juicio, especialmente los de la señora Manderson (Margaret Lockwood) y del secretario personal del difunto, John Marlowe (John McCallum).
La posibilidad de una aventura amorosa de la señora Manderson se insinúa con claridad y el guión deja paso entonces a las investigaciones del periodista Trent en busca de la verdad.
Y es a partir de este instante cuando la película empieza a mostrar sus debilidades. La investigación de Trent se resuelve con una facilidad pasmosa que delata una falta de complejidad del caso, que pone en duda la competencia de la policía y el juez a la hora de concluir tan rápidamente con la investigación, llegando a la conclusión del suicidio con tanta claridad.
Pero el problema es que el argumento decide ponerse juguetón y en el largo flashback con el que se cuentan al fin los hechos en la noche del fallecimiento del señor Manderson se desvela que Marlowe es inocente, contra todos los indicios descubiertos por Trent, y que en realidad Manderson se suicidó con la idea de que su muerte incrimina a su secretario, vengándose así de la que suponía la infidelidad de su esposa con él. Pero esta infidelidad no existió, sino que Manderson fue en realidad víctima de unos celos enfermizos.
Admitiendo que alguien tan celoso pudiera planear planear su propia muerte como medio de inculpar al amante, que no deja de ser algo un tanto retorcido, el problema es que el guión no se contenta con ese giro, improbable pero inteligente después de todo, sino que vuelve a complicar el desenlace inútilmente implicando a Cupples (Miles Malleson), tío de la señora Manderson, en la muerte, algo totalmente innecesario.
Pero si estos giros tan rebuscados estropean bastante la historia, el desarrollo de la misma dista también de ser brillante. La investigación de Trent resulta demasiado sencilla, encontrando indicios con solo visitar la habitación del difunto y hacer unas pocas preguntas al mayordomo (Jack McNaughton). Pero además, el guión se centra demasiado en la parte más superficial del relato y deja a los protagonistas sin definir, incluso el enamoramiento entre Trent y la viuda no se muestra en absoluto y solamente se manifiesta en la última escena, con un beso que aporta el final deseado pero donde nada de lo anteriormente mostrado lo justifica.
Ni siquiera la presencia de Orson Welles, un genio sin ninguna duda, excelente como director y como actor, permite elevar el nivel de la cinta, pues su participación es demasiado escasa, con lo que tampoco se aprovecha convenientemente y queda como un adorno curioso y poco más.
Definitivamente, uno termina de ver la película con la impresión de que se ha despreciado el potencial de la historia, dejando un relato frío y superficial. Una lástima.
No hay comentarios:
Publicar un comentario