El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 4 de abril de 2023

El enigma de Manderson



Dirección: Herbert Wilcox.

Guión: Pamela Bower (Novela: E. C. Bentley).

Música: Anthony Collins.

Fotografía: Max Greene (B&W).

Reparto: Michael Wilding, Margaret Lockwood, Orson Welles, John McCallum, Miles Malleson, Hugh McDermott, Jack McNaughton, Sam Kydd. 

El señor Manderson (Orson Welles), un importante hombre de negocios, es encontrado muerto en los jardines de su residencia y todo parece indicar que se trata de un suicidio. Pero para el periodista Philip Trent (Michael Wilding)  podría tratarse de un asesinato.

El enigma de Manderson (1952) comienza de manera muy interesante con la aparición en los primeros minutos de un cadáver, de manera que nos metemos de lleno en medio de la intriga, sin ningún tipo de tiempo muerto.

Intriga además muy bien presentada pues, bajo la apariencia de un suicidio y la conclusión oficial de que se trata de efectivamente de eso mismo, enseguida se siembran dudas sobre ello y también acerca de la veracidad de los testimonios efectuados en el juicio, especialmente los de la señora Manderson (Margaret Lockwood) y del secretario personal del difunto, John Marlowe (John McCallum).

La posibilidad de una aventura amorosa de la señora Manderson se insinúa con claridad y el guión deja paso entonces a las investigaciones del periodista Trent en busca de la verdad.

Y es a partir de este instante cuando la película empieza a mostrar sus debilidades. La investigación de Trent se resuelve con una facilidad pasmosa que delata una falta de complejidad del caso, que pone en duda la competencia de la policía y el juez a la hora de concluir tan rápidamente con la investigación, llegando a la conclusión del suicidio con tanta claridad.

Pero el problema es que el argumento decide ponerse juguetón y en el largo flashback con el que se cuentan al fin los hechos en la noche del fallecimiento del señor Manderson se desvela que Marlowe es inocente, contra todos los indicios descubiertos por Trent, y que en realidad Manderson se suicidó con la idea de que su muerte incrimina a su secretario, vengándose así de la que suponía la infidelidad de su esposa con él. Pero esta infidelidad no existió, sino que Manderson fue en realidad víctima de unos celos enfermizos.

Admitiendo que alguien tan celoso pudiera planear planear su propia muerte como medio de inculpar al amante, que no deja de ser algo un tanto retorcido, el problema es que el guión no se contenta con ese giro, improbable pero inteligente después de todo, sino que vuelve a complicar el desenlace inútilmente implicando a Cupples (Miles Malleson), tío de la señora Manderson, en la muerte, algo totalmente innecesario.

Pero si estos giros tan rebuscados estropean bastante la historia, el desarrollo de la misma dista también de ser brillante. La investigación de Trent resulta demasiado sencilla, encontrando indicios con solo visitar la habitación del difunto y hacer unas pocas preguntas al mayordomo (Jack McNaughton). Pero además, el guión se centra demasiado en la parte más superficial del relato y deja a los protagonistas sin definir, incluso el enamoramiento entre Trent y la viuda no se muestra en absoluto y solamente se manifiesta en la última escena, con un beso que aporta el final deseado pero donde nada de lo anteriormente mostrado lo justifica.

Ni siquiera la presencia de Orson Welles, un genio sin ninguna duda, excelente como director y como actor, permite elevar el nivel de la cinta, pues su participación es demasiado escasa, con lo que tampoco se aprovecha convenientemente y queda como un adorno curioso y poco más.

Definitivamente, uno termina de ver la película con la impresión de que se ha despreciado el potencial de la historia, dejando un relato frío y superficial. Una lástima.

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