El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 17 de abril de 2023

El millonario



Dirección: Ronald Neame.

Guión: Jill Craigie (Historia: Mark Twain).

Música: William Alwyn.

Fotografía: Geoffrey Unsworth.

Reparto: Gregory Peck, Jane Griffiths, Ronald Squire, Wilfrid Hyde-White, Joyce Grenfell, A. E. Matthews, Maurice Denham, Reginald Beckwith, Brian Oulton.  

Henry Adams (Gregory Peck), un marino norteamericano, llega accidentalmente a Inglaterra. No tiene ni un centavo, lo que lo coloca en una situación muy delicada; sin embargo, por casualidad conoce a dos excéntricos hermanos que han hecho una apuesta y le piden que colabore con ellos durante un mes para ver quién tiene razón.

El millonario (1954) ofrece una interesante reflexión sobre el poder del dinero o, bien mirado, sobre el poder de la apariencia de tener dinero, pues Henry Adams en realidad no es millonario, pero el simple hecho de parecerlo le abre todas la puertas, puede vivir a todo lujo sin necesidad de pagar ni una sola factura.

Esta curiosa premisa sirve naturalmente para realizar una crítica muy mordaz de la naturaleza humana y más concretamente de las clases sociales acomodadas y su gusto por las apariencias, el dinero y la codicia. Henry Adams será bien recibido a dónde quiera que vaya, será objeto de adulaciones sin número y recibirá invitaciones interesadas con el fin de solicitarle aportaciones monetarias a causas muy nobles. Incluso, en el colmo de la estupidez humana y la avaricia, mencionar su nombre ayudará a revalorizar unas acciones que, de otro modo, no tenían valor alguno.

Naturalmente, en cuanto se corre el rumor de que el señor Adams es un impostor, todas las amables personas que lo adulaban y agasajaban se convierten en sus peores enemigos. Salvo la señorita Portia (Jane Griffiths) que precisamente lo rechaza cuando cree que es millonario y que se está burlando de ella al afirmar que en realidad es pobre. Portia lo quiere por cómo es, independientemente de su dinero. Es el triunfo del amor, el mensaje que finalmente parece prevalecer por encima de todo lo demás.

Sin embargo, la puesta en escena de este curioso argumento no logra crear un film a la altura de lo que se podría esperar tras un comienzo bastante prometedor, cuando Henry es invitado a participar en la apuesta de los hermanos Montpellier (Ronald Squire y Wilfrid Hyde-White) y empieza a comprobar los beneficios de poseer un billete de un millón de libras.

El problema es que tras este comienzo, donde se disfruta de las reacciones de las personas que creen hallarse ante un excéntrico millonario norteamericano, la película cae en una repetición de situaciones sin muchas variaciones, con lo que el relato pierde gracia y encalla durante demasiado tiempo. Es verdad que hacia el final, con el embrollo de la desaparición del billete, el film vuelve a recuperar el buen tono del principio y disfrutamos de nuevo de algunos de los mejores momentos de la película.

Sin embargo, lamento que el desenlace resulte demasiado precipitado pues, tras esperar para conocer la naturaleza concreta de la apuesta durante toda la película, me esperaba un final algo más elaborado.

Finalmente, podemos concluir que El millonario, con un argumento ciertamente original, sin ser una gran comedia, resulta un film aceptablemente entretenido.

En 1983 se hizo un remake titulado Entre pillos anda el juego (John Landis) protagonizado por Eddie Murphy y Dan Aykroyd.

No hay comentarios:

Publicar un comentario