Dirección: Fritz Lang.
Guión: Werner Jörg Lüddecke (Novela: Thea von Harbou).
Música: Michel Michelet.
Fotografía: Richard Angst.
Reparto: Debra Paget, Paul Hubschmid, Walther Reyer, Claus Holm, Sabine Bethmann, Luciana Paluzzi, René Deltgen, Inkijinoff.
El arquitecto Harald Berger (Paul Hubschmid) viaja al reino de Esnapur, donde ha sido contratado por el maharajá Chandra (Walther Reyer) para que construya diversos edificios, como hospitales y escuelas. En el camino coincide con una hermosa bailarina, Seetha (Debra Paget), de la que se enamora.
En sus últimos años como director Fritz Lang decidió aceptar una oferta de un productor alemán y viajó a la entonces República Federal de Alemania donde filmó sus tres últimas películas: El tigre de Esnapur (1959), La tumba india (1959), que es la continuación de la anterior, y Los crímenes del Dr. Mabuse (1960).
El tigre de Esnapur es un film de aventuras que quedaría incompleto sin su segunda parte, La tumba india, donde concluyen las peripecias de la bella bailarina Seetha y su enamorado Harald, lo que queda muy claro con el final completamente abrupto de esta parte.
A pesar de llevar la firma de Fritz Lang, no podemos engañarnos y hemos de reconocer que la película resulta tremendamente floja en todos los aspectos, salvo quizá los decorados, sin duda espectaculares.
El argumento plantea dos tramas independientes. Por una parte, está la historia romántica, con el enamoramiento de Harald y Chandra de la bailarina, lo que provocará la ira del soberano cuando descubra que ella ama al arquitecto. Por otra parte, el hermano de Chandra, el príncipe Ramigani (René Deltgen) conspira para hacerse con el poder.
La idea no es mala, el problema es la torpeza del guión a la hora de ponerla en imágenes, con un desarrollo demasiado simple, diálogos sin calidad y la impresión de que todo está cogido con alfileres, como si no se hubiera dedicado el tiempo necesario para construir una historia más consistente.
Además, salvo la belleza turbadora de Debra Paget, que deslumbra con un baile cargado de un erotismo sorprendente para la época, el resto de actores se muestran muy torpes, con actuaciones acartonadas que matan cualquier posibilidad de autenticidad.
Tampoco Fritz Lang consigue crear un ritmo adecuado y flojea en los momentos claves, sin lograr la intensidad necesaria para que vivamos con cierta pasión los dramas que tienen lugar.
En definitiva, una película muy básica en todos los apartados y que sin duda está a años luz del mejor cine de este director.
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