Dirección: Edgar Wright.
Guión: Edgar Wright.
Música: Steven Price.
Fotografía: Bill Pope.
Reparto: Ansel Elgort, Kevin Spacey, Lily James, Jon Bernthal, Jon Hamm, Jamie Foxx, Eiza González, Flea, Sky Ferreira, Lanny Joon, R. Marcus Taylor.
Baby (Ansel Elgort) debe pagar su deuda con Doc (Kevin Spacey), un delincuente especializado en robos, por lo que trabaja para él como conductor en los golpes que organiza.
Con un comienzo que sembraba mis dudas, Baby Driver (2017) te acaba enganchando con algunos detalles que denotan un nivel por encima de la media.
Para empezar, estamos ante un film de acción pura y dura, con poco espacio para nada más. Sin embargo, Edgar Wright demuestra una facilidad pasmosa para construir una hermosa historia de amor entre Baby y Debora (Lily James) que destaca por encima de lo que podría esperarse en una cinta de estas características. Gracias a una simplicidad absoluta en su desarrollo, la manera de conectar de la pareja, a través de su afición por la música, crea una complicidad entre ellos que traspasa la pantalla y consigue algunos momentos de una intensidad maravillosa, gracias también a la frescura y el encanto de Lily James, que consigue enamorarte con una mirada radiante y la sonrisa perfecta.
Pero Baby Driver es sobre todo acción. Las persecuciones son espectaculares, como la que sirve de arranque a la película, que es de lo mejor que puedes ver en el género, una auténtica coreografía sobre ruedas, un baile a doscientos por hora no exento de una belleza magnética. También los tiroteos poseen algo especial. Hemos visto muchos y el nivel técnico logrado en el cine actual es sorprendente, pero en esta ocasión se crea un espectáculo especialmente intenso que parece como mucho otros, es cierto, pero de nuevo hay algo que le da un toque original.
Seguramente tiene mucho que ver la banda sonora. Con la excusa de que Baby está escuchando música constantemente para tapar los zumbidos de sus oídos debido a un accidente, el director organiza una fastuosa audición con temas hermosos, potentes y maravillosos, con Barry White o Simon & Garfunkel como notas destacadas.
En cuanto al argumento, poco que decir. Es tan básico que resulta vulgar incluso. Y Wright parece servirse del mismo solamente como excusa para su sinfonía de acción y música, pues hasta pasa de explicar algunos acontecimientos, demostrando que el fondo le importa poco.
Lástima que no aplicase también esta idea en el desenlace que peca de excesivamente moralista y se pierde en una componenda apresurada que desentona con el resto y que es un peaje bienintencionado tan tosco como innecesario.
A pesar de ese final desafortunado, Baby Driver demuestra que incluso con un material tan poco original se puede hacer una película que funciona a base de espectáculo visual puro y duro. Pero incluso para eso hay que tener buen gusto y talento. Lástima de no haber desarrollado mejor la historia, pues estaríamos hablando de algo mucho más grande.
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