El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 20 de abril de 2023

El sueño de una noche de verano



Dirección: Michael Hoffman.

Guión: Michael Hoffman (Obra: William Shakespeare).

Música: Simon Boswell.

Fotografía: Oliver Stapleton.

Reparto: Kevin Kline, Michelle Pfeiffer, Rupert Everett, Stanley Tucci, Calista Flockhart, Anna Friel, Christian Bale, Dominic West, David Strathairn, Sophie Marceau, Roger Rees, Max Wright, Gregory Jbara, Bill Irwin, Sam Rockwell, Bernard Hill, John Sessions.

Finales del siglo XIX, en el pueblo de Monte Atena, en Italia, mientras prepara su boda, el duque Teseo (David Strathairn) debe atender la demanda de Egeo (Bernard Hill) ante la negativa de su hija Hermia (Anna Friel) a casarse con Demetrio (Christian Bale).

Seguramente los más puristas criticarán las licencias que Michael Hoffman se ha permitido al adaptar esta comedia de Shakespeare. Una vez más hemos de convenir que se trata de una adaptación, no una copia literal, y que el cine requiere de una manera de expresión diferente a la literatura. Sentado este principio, he de decir que esta adaptación me ha parecido maravillosa. Es verdad que le falta algo para alcanzar la excelencia, pero aún con sus defectos me parece un espectáculo realmente divertido y hermoso.

Uno de los detalles que han de agradecerse es que se haya conservado el texto en verso. A veces esta elección puede resultar complicada por la espesura que pueden tener las ricas expresiones de Shakespeare. Pero Hoffman ha logrado un bonito equilibrio entre el espíritu de la obra de teatro y su adaptación, de manera que gozamos de unos bellísimos diálogos sin perdernos en densas descripciones o metáforas. El resultado es de una belleza prodigiosa. 

Como lo es la banda sonora elegida para la ocasión, compuesta por reconocidos fragmentos de ópera y música clásica que realzan de manera fantástica la belleza del relato.

Sin duda, Hoffman ha demostrado un buen gusto admirable y su empeño en realizar una adaptación cuidada hasta los mínimos detalles es evidente. 

Lógicamente no podemos dejar de mencionar un reparto espectacular. Todos los actores me parece que brillan de manera especial, favorecidos sin duda por la belleza del conjunto. No es justo destacar a nadie por encima de otros, pero sí que confieso mi debilidad por Stanley Tucci. 

En el debe podríamos achacar una duración un tanto excesiva ya que si bien el nivel del relato es muy bueno, tal vez recortando un poco habría resultado mejor. Pero de todas maneras, El sueño de una noche de verano (1999) me parece una película muy cuidada, hermosa y muy divertida. Es verdad que contar con el texto de Shakespeare como punto de partida ayuda muchísimo, pero también hay que demostrar buen gusto y pericia para conseguir un conjunto tan equilibrado y tan bonito.

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