El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 4 de abril de 2023

Pleito de honor



Dirección: Anthony Asquith.

Guión: Terence Rattigan y Anatole de Grunwald (Obra: Terence Rattigan).

Música: William Alwyn.

Fotografía: Frederick Young (W&B).

Reparto: Robert Donat, Cedric Hardwicke, Basil Radford, Kathleen Harrison, Francis L. Sullivan, Marie Lohr, Jack Watling, Stanley Holloway, Frank Lawton, Cyril Ritchard, Neil North, Margaret Leighton. 

El joven Ronnie Winslow (Neil North) es expulsado del Real Colegio Naval de Osborne acusado de haber cometido un robo. Arthur Winslow (Cedric Hardwicke), su padre, convencido de su inocencia, decide contratar a Sir Robert Morton (Robert Donat), un reputado abogado, para que se ocupe de la defensa de Ronnie. 

Pleito de honor (1948) está basada en una obra de teatro que a su vez recoge hechos reales acontecidos en 1908 y que crearon un importante precedente legal.

La clave de la película es un guión excelente que muestra con detalle la complicada batalla que ha de librar Arthur para limpiar el nombre de su hijo. Con una entereza y decisión admirables, el señor Winslow no cede ante las sucesivas negativas que le impiden demostrar la inocencia de Ronnie. Con el único apoyo de su hija Catherine (Margaret Leighton), Arthur no se dará por vencido y finalmente decide acudir al mejor abogado posible, aún a costa de empeñarse y tener que renunciar a seguir costeando los estudios de otro hijo por falta de recursos.

Esta lucha además le costará enfrentarse a su esposa, que ve que el precio que están pagando por el empeño de su marido es demasiado alto, no solo económicamente, sino al ver el nombre de la familia constantemente en la prensa y en boca de todo el mundo. Cuando el matrimonio de Catherine también se cancela por culpa de la defensa de Ronnie, Arthur está decidido al fin a rendirse. 

El gran mérito del guión es que se toma todo el tiempo necesario para ir describiendo con detalle todo el proceso en que se embarca Arthur y los costes materiales y emocionales que acarrea, pero con esa elegancia británica que mantiene el drama bajo control en todo momento, evitando los excesos. Es cierto que ese enfoque puede dar como resultado un discurso más frío, restando emoción a la historia, pero creo que el buen tono general que se consigue es finalmente más importante, pues da credibilidad añadida a los hechos y evita caer en la tentación de llevar el drama a terrenos peligrosos y al final menos convincentes. De esta manera, el director escapa de lo melodramático y se limita a una sencilla puesta en escena dejando que el todo el peso de la historia recaiga en la fuerza de los hechos narrados.

Con ser importante la parte del juicio, que suele ser la más atractiva en estos casos, el argumento no se centra específicamente en ella, sino que da más importancia a todo el proceso que desemboca en el juicio y en que los protagonistas deberán enfrentarse a toda clase de problemas y obstáculos en su lucha por hacer valer un derecho básico que se les niega, que es el derecho a no ser condenado sin la oportunidad de defenderse.

Pero además, esta lucha sirve también para poner en evidencia los miedos de la sociedad a ciertos actos, de manera que algo tan lógico como la demanda de Arthur le acarrea problemas de rechazo social que provocan que se rompa el compromiso matrimonial de su hija. 

También la película es una crítica a los prejuicios, tengan el color que tengan, como los de Catherine hacia Sir Robert Morton por el solo hecho de ser un abogado triunfador en causas que defienden a los poderosos. De ahí que ella lo catalogue como alguien frío que solo se preocupa de sí mismo. Al final, comprenderá el error cometido al formarse una opinión basada en las apariencias, sin tomarse el tiempo de conocer personalmente al abogado.

Por lo tanto, pienso que Pleito de honor merece ser descubierta por el público, pues se trata de una gran película que no solo no ha perdido vigencia ni modernidad en sus reivindicaciones, sino que es un maravilloso ejemplo de una manera sobria pero muy eficaz de afrontar temas profundos sobre la justicia, el honor o la verdad. Sin duda, una pequeña joya que reivindicar.

En 1999 se realizó un remake dirigido por David Mamet titulado El caso Winslow.

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