El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 9 de abril de 2023

El forajido



Dirección: Howard Hughes.

Guión: Jules Furthman.

Música: Victor Young.

Fotografía: Gregg Toland (B&W).

Reparto: Jack Beutel,Thomas Mitchell, Jane Russell, Walter Huston, Mimi Aguglia, Joe Sawyer.

Doc Holliday (Walter Huston) llega a Lincoln (Nuevo México) en busca de un caballo que le han robado. Allí se encuentra con su amigo Pat Garret (Thomas Mitchell), y descubre que se ha sido nombrado shérif, y también con Billy el Niño (Jack Beutel), el actual dueño de su caballo.

Segundo y último largometraje de Howard Hughes, El forajido (1943) es uno de los westerns más extraños que he visto.

La película da una visión particular sobre tres míticos personajes del Oeste, tan peculiar que cuesta reconocerlos a tenor de otras películas que contaban su historia.

Lo más curioso es que los tres son personas complejas, de manera que es imposible hacerse realmente una idea de cómo son. Tienen tantas sombras como luces y pasan sin problema de una acción desleal y mezquina a un comportamiento noble, de manera que no sabemos nunca cuál de sus intenciones es realmente sincera.

Pat Garret, para el que la elección de Thomas Mitchell no me parece la más acertada, no por la calidad del actor, sino por no terminar de verlo en ese papel, se muestra como un tipo celoso por la amistad que nace entre Doc y Billy y aleja a su amigo Holliday de su lado. Se vuelve entonces vengativo, lleno de rencor y de celos hasta el punto que llega a disparar contra Doc al no poder controlar sus emociones. Pat es un personaje que llega a hacerse odioso y cuando muestra su cara más amable llegamos a dudar de su equilibrio mental.

Billy es un niño egoísta y desconfiado y la manera de comportarse con Río (Jane Russell), que le ha salvado la vida, es repugnante. Al igual que resulta infantil su obsesión por el caballo de Doc, que llega a parecer ridícula por su insistencia. También es un individuo que terminamos por detestar y casi nos alegraríamos si le sucediera una desgracia. La elección de Jack Beutel para el papel podría justificarse por su aire de niño, pero es un actor que no está claramente a la altura y su trabajo carece de intensidad.

Doc Holliday es quizá el más equilibrado de los tres, si bien no duda en faltar a la palabra dada a Pat, lo que tampoco denota nobleza. Pero al fin y el cabo es el único que es capaz de ayudar a los demás, y eso a pesar de que no le han respondido siempre con nobleza.

Con este panorama, nos pasamos toda la película desconcertados con el comportamiento de los supuestos héroes, pues se rompen las normas más elementales del western, al menos en esos años, y no podemos identificarnos ni aprobar abiertamente a ninguno de los tres protagonistas. Además, la película tiene unos diálogos curiosos, descompensados; hay frases muy acertadas y, al instante siguiente, la réplica es de una simpleza descomunal, algunas veces hasta suenan ridículas.

En otros momentos el argumento roza lo absurdo o el esperpento. Dos detalles lo ejemplifican: Billy le da a elegir a Doc entre el caballo o Río y Doc elige el caballo. O cuando Billy, después de que Río le salvara la vida, la deja atada a unos árboles y la abandona a su suerte.

Mención aparte merece Jane Russell, debutante en esta película y que se convirtió en una sex symbol debido a lo provocativa que salía en la pantalla. De hecho, un cartel promocional muy conocido estaba protagonizado por la actriz en una pose muy sugestiva. Estos hechos provocaron problemas con la censura en su época y le crearon a la película cierta reputación de escandalosa, lo que no le venía nada mal de cara a la taquilla; tal vez el excéntrico director era lo que perseguía.

En resumen, un western extraño, muy extraño. Nada resulta lógico ni consecuente, es un cúmulo de actos anómalos, traiciones, mentiras y amenazas pero que no tienen en general demasiada lógica. Su atractivo finalmente está en su originalidad desconcertante.

Finalmente, aclarar que a veces se señala que la película fue dirigida por Howard Hughes y Howard Hawks. En los títulos de crédito solo parece el primero de los dos, pues Hawks había comenzado el rodaje pero lo abandonó muy pronto para encargarse de El sargento York (1941).

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